Las cosechas de patatas de este año tienen un enemigo con nombre propio: Tecia Solanivora Povolny, o lo que es lo mismo polilla guatemalteca. Una plaga que mantiene desde el pasado 2015 en cuarentena las huertas de Ferrol, Narón y Neda, una medida que la Xunta de Galicia extendió también el pasado mes de febrero a los municipios del norte de la provincia de Lugo –Cervo, Foz, Xove, O Valadouro y Viveiro–. Y es que, aunque el área de la ría ferrolana se sigue rigiendo por esta directriz que impide la exportación de los cultivos, existe la posibilidad de que la polilla se extienda a otros municipios limítrofes de la comarca. Para determinar la dispersión de esta plaga, los servicios oficiales de Sanidad vegetal dependientes de la Consellería de Medio Rural están realizando prospecciones por las localidades limítrofes con el fin de conocer la situación real.
Esta especie invasora pone sus huevos en las patatas. Allí va creciendo en forma de gusano, alimentándose de la pulpa y dejando como resultado una patata llena de galerías que acabará pudriendo y que, en cualquiera caso, ya no vale para comer. Cuando completa esta fase, el gusano abandona casi siempre el tubérculo y hace un capullo de seda donde se transformará en una polilla. La metamorfosis puede producirse en el patatal o también en el suelo, en los sacos o en las paredes del lugar donde se guarden éstas después de su recogida. Se estima que, dependiendo de la temperatura, el ciclo biológico de cada ejemplar puede completarse entre los 41 y los 95 días.
cómo combatirla
La lucha contra esta plaga se estructura en tres partes: la cuarentena de las zonas con presencia constatada, los trabajos agronómicos previos al cultivo y el combate durante su etapa de crecimiento y posterior almacenamiento. En el momento actual, con los patatales en pleno crecimiento, la única medida efectiva a adoptar es el trampeo con feromonas. Se trata de pequeños recipientes de plástico que tienen en su interior un agente atrayente que elimina los machos de la especie. Las trampas hay que colocarlas, según indica la Xunta, en el borde del cultivo a razón de 8 por hectárea –una por cada dos ferrados y medio–, aunque en Canarias, donde más años llevan investigando, –la polilla se detectó por primera vez en 1999– aconsejan una trampa cada 250 metros cuadrados –dos por ferrado–.
En las zonas demarcadas –Ferrol, Neda y Narón–, donde es obligatorio la instalación de trampas, la administración las entrega gratis. En áreas en teoría libres, la adquisición corre por cuenta de cada agricultor. Como complemento pueden darse tratamientos contra las polillas: clorantraniliprol, clorpirifos, teflutrín y otros que figuran en el folleto informativo sobre la plaga editado por la Consellería de Medio Rural.