Natural de Gijón, Alejandro Rodríguez Robledillo abandonó su tierra natal cuando su mujer se sacó un plaza en Lugo, ciudad en la que residen y donde además él tuvo la oportunidad de desempeñar su profesión de Trabajador Social en la zona rural. Esto le permitió conocer profundamente una realidad gallega a la que se ha “adaptado y enamorado”. Sus vivencias se han convertido en el motivo de inspiración de la novela que acaba de publicar, “De gallegos, tucanes y trabajadores sociales”, que está teniendo una gran acogida. Ayer lo presentó en el bar Cuerda Floja de Ferrol.
¿Cómo nace este libro?
Nace de la necesidad de hablar de Galicia y los gallegos desde una perspectiva distinta, la de un trabajador social que tiene que lidiar con la retranca gallega. La de las personas que no hemos nacido aquí, algo tipo Doctor en Alaska o Bienvenidos al Norte. Con mucho humor.
¿Qué le llamó la atención de la montaña lucense?
Lo que más me sorprendió fue lo aislada que está. Practico montañismo, así que conozco bastante bien las de Asturias, pero Ancares y Courel eran dos extrañas para mí. Pensaba que se gestionarían igual, con una masificación turística importante, que es lo que pasa por ejemplo en Picos de Europa, pero en cambio me encontré unos parajes apenas visitados, lo cual es una maravilla porque te permite recorrer sus caminos durante días sin encontrarte con nadie, todo un lujo. Pero el aspecto negativo es que veo con tristeza como los pueblos van quedando abandonados y no se sabe aprovechar ese potencial para generar empleo y que la gente pueda seguir habitando el rural.
¿Qué es lo que más le gusta de esta tierra?
La tranquilidad, los ritmos lentos con los que transcurre la vida. La mayor parte de mi generación somos emigrantes, sufrimos ese proceso de desindustrialización que tan bien conocéis en Ferrol y eso nos obligó a buscarnos las habas en otros lados, la mayoría de mis amigos ahora viven en grandes capitales de todo el mundo y todos están agobiados con los ritmos y los estilos de vida de esas grandes ciudades.
¿Cómo lidia con la “retranca gallega” un trabajador social llegado desde Gijón a la montaña lucense?
(Risas)... Fue una auténtica aventura, al principio perdía los nervios al no encontrar una respuesta directa a mis preguntas, incluso el mero hecho de intentar comprar una caña de pescar se convertía en una Odissea; no hablemos de intentar sonsacar información personal al típico señor de pueblo. Eso de que me respondiesen con más preguntas era algo que rompía mis esquemas. A estas alturas ahora son mis amigos asturianos los que pierden los nervios conmigo cuando empiezo a contestarles con más preguntas, ya estoy empezando a dar mis primeros pasitos en este arte.
¿Ha venido a Galicia para quedare o volverá a Asturias?
A mí de Lugo ya no me despegan ni con espátula, ¡Adoro esa ciudad!. Sufrí la metamorfosis del Doctor Fleshman, y pasé de odiar ese clima de interior alejado de la costa y esa retranca a enamorarme perdidamente de la ciudad y toda su provincia, hasta el punto de que ahora lo que no me gusta es la playa, a mí dame el Caurel.
¿Qué papel juegan los tucanes en esta historia?
(Risas)... Eso lo tendréis que descubrir leyendo el libro –que en el Ferrol se vende en la Central Librera de la calle Dolores–.