La joven madre Verónica Del Río Ferreira tendría que haber abandonado ayer el piso en el que vivía desde que en 2008 fue de-sahuciada de su vivienda por un banco por no poder hacer frente a la hipoteca. Su suegro, que la había acogido junto con su hija de nueve años, también tuvo que dejar la casa, porque la Xunta de Galicia le retiró la ayuda para el alquiler de la que venía disfrutando desde hace cinco años.
El caso de Verónica, que tiene solicitada una vivienda de emergencia al Concello de Ferrol desde hace algún tiempo, salió a la luz la semana pasada de la mano de Stop Desafiuzamentos.
Llegada la fecha del desalojo, a esta joven madre solo se le presentaba la posibilidad de instalarse en el hostal América, con cargo al Ayuntamiento. Pero las trabas eran muchas, porque, a pesar de que le habían ofrecido ayuda para el traslado de sus enseres, en esta semana con muchos festivos no iba a ser posible, según le dijeron. También estaba el problema de dónde almacenar sus cosas mientras se hospedaba en el hostal. La alternativa sería el local de la Asociación Veciñal de Esteiro, pero tampoco le parece muy apropiado tener sus pertenencias en un local en el que entra y sale gente constantemente, aun cuando agradece el ofrecimiento.
Y es aquí donde entra María – le llamaremos así porque quiere permanecer en el anonimato–, una vecina de Ferrol que, tras haberse enterado del caso de Verónica por Diario de Ferrol, contactó con este periódico para llegar a la afectada. Ayer por la mañana hablaron y María le ofreció la posibilidad de contratarle el alquiler de un piso –Verónica no puede acceder a un contrato porque carece de nómina o pensión– y sufragarle el importe durante un año. Incluso ya había localizado uno, pero Verónica considera que era muy grande para ella y su hija, por lo que estaban buscando más alternativas. Tienen de plazo hasta el domingo, fecha en la que la joven tiene que entregar las llaves de su vivienda actual.
María no quiere que se publique su nombre ni el de su marido. “Somos un matrimonio de pensionistas que, gracias a Dios, estamos a cubierto, porque tenemos nuestro piso, y queremos arrimar el hombro a quien lo necesita”, dice, añadiendo, “es muy triste que la gente se quede en la calle”. A su modo de ver, la Cocina Económica y Cáritas hacen una extraordinaria labor, pero hay mucha gente sin techo que necesita de la ayuda de todos.
María le resta importancia a su gesto y se limita a decir que “es lo que debemos hacer, porque todos necesitamos encontrar un corazón amigo que te ayude a salir de los baches. Esos son los valores que hay que cultivar”.
Mientras tanto, Verónica confía en que no sea necesario prolongar la ayuda un año, porque su compañero se marchó hace una semana a trabajar a Madagascar y pronto podrá aportar dinero a la familia.