Vaya por delante que no es este lugar para ajustar cuentas con una persona fallecida, sea quien sea.
Parece que muchos olvidan que Gea Escolano se arrogó el papel de juez del Tribunal Constitucional para asegurar que el matrimonio entre homosexuales no solo no tenía cabida en la Iglesia Católica (nada que objetar, ellos sabrán cómo funciona su casa), sino ¡en la Constitución Española! Es fácil encontrar por ahí sus artículos diciendo que era “dar luz verde al todo vale”. El problema era que cuanto más se explicaba, más empeoraba las cosas. Equiparó sin ningún pudor no a los homosexuales, sino “a los que practican la homosexualidad” con “quienes practican el robo o el asesinato, aunque uno tenga tendencia a ello”.
“Una cosa es tener tendencias homosexuales y otra, practicar la homosexualidad o el robo o el asesinato... aunque uno tenga tendencia a ello”, señala el obispo. “Yo nunca he dicho que los homosexuales no entrarán en el Reino de los Cielos; lo dijo San Pablo”, añade.
José Gea Escolano, dijo también que “no se puede alardear” de la homosexualidad haciéndolo compatible con el ejercicio del sacerdocio y calificó de “enfermo” al párroco onubense José Mantero, que reconoció ser homosexual. Asimismo, afirmó que “un homosexual no es normal” y comparó a este colectivo con los ciegos y sordos, “que tienen un fallo en su naturaleza”.
En una entrevista con Julia Otero en cuanto al preservativo, matizó que la Iglesia “comprende” su uso pero “no puede decir que eso es bueno”. Curioso razonamiento...
Gea Escolano publicó también un artículo en su blog Un obispo Opina, alojado en Religión en Libertad, que llevaba por título Comunión de los divorciados y vueltos a casar donde responde a los 20 teólogos españoles que han firmado el manifiesto: Carta al obispo de Roma. En ese texto, los teólogos reclamaban a lpapa Francisco que los divorciados vueltos a casar puedan comulgar. Esa Carta al obispo de Roma está firmada por el obispo emérito de Palencia, Nicolás Castellanos, y los teólogos José Antonio Pagola, José Ignacio González Faus, Andrés Torres Queiruga, Luis González-Carvajal, Javier Vitoria, Lucía Ramón, Joaquín Perea o Ximo García Roca, entre otros. Monseñor Gea se dirige a los firmantes del texto con estas palabras: “La manifestación que habéis hecho con respecto a la comunión de los divorciados vueltos a casar y la verdad, me extrañan las cosas que decís y también me extraña que no digáis algunas que no decís”.
A pesar de todo esto sabía muy bien Gea Escolano que la misma iglesia católica declaró disueltos matrimonios “naturalmente “validos y legítimos.
La alegaciones contra la permisión legal del divorcio para las parejas fracasadas deben contemplarse con la prudencia jurídica necesaria pero non son consistentes para llegar a negarlo, como tampoco pesan de hecho, por desgracia, razones tan importantes como el derecho al trabajo estable, a una vida digna y amplia etc. Razones que también atacan el matrimonio.
La iglesia procuró el bien da institución matrimonial, dejando de lado el bien de las personas y de las parejas. Creo que ponerse al servicio de la institución, de la ley de la norma o del contrato o al lado de la persona, da libertad, y del amor e un desafió básico y permanente para los cristianos.
Para empezar, hay que pegar un soberano tirón de orejas a todos cuantos pusieron el grito en cielo cuando José Gea abría la boca (que por cierto era muy a menudo) y hoy le alaban
Algún sacerdote que hoy lo ensalza parece que no recuerda cuando le envió una carta aconsejándole que si fallecía delante se abstuviera de ir a su entierro, de lo contrario avisaría a su familia para que lo echara fuera…
Ahora bien, en Mateo no se nos dice cuál sea el punto central de la doctrina de los fariseos y saduceos, pero en Lucas 12:1, el Señor dice a sus discípulos: “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”. ¡De manera que la hipocresía es aquello de lo cual el Señor quiere librar a sus discípulos!
Ahora bien, el hecho de que la hipocresía sea representada aquí con la levadura, es algo que debiéramos considerar. La levadura fermenta la masa, le hace tomar un volumen que no es real, con el fin de que pueda cocerse mejor. El espíritu farisaico, es decir, la hipocresía, era como una levadura porque mostraba una apariencia mayor que la realidad. La bondad de ellos era externa, pública, sin contenido.
La muerte es el gran igualador, pero no en el sentido que creían los poetas medievales. La muerte no nos iguala porque nos llegue a todos, sino porque nos hace a todos buenos. Socialmente nos ponemos de acuerdo para resaltar las virtudes del muerto, tapar sus obvios defectos y mirar mal a quien no quiera participar en la farsa.
Espera un momento. ¿Carente de emociones? ¿Inhumano? ¿Ahora no querer participar en la farsa colectiva del “pobrecito, qué bueno era”?