Aprender una lengua es mejorar nuestra capacidad comunicativa. Eso resulta algo innegable. Además, nos ayuda a entender mejor otras culturas y es una forma de mostrar un respeto por la historia de los pueblos e integrarnos con más facilidad. Decir que aprender una lengua es perder el tiempo, cuando hablando inglés todos nos podemos entender, es una barbaridad que atenta contra la riqueza y variedad lingüística del planeta.
Pero es que, además, los últimos estudios sobre bilingüismo en el campo de la neurología vienen a decirnos que aprender una segunda lengua tiene muchos efectos beneficiosos en nuestra salud.
Por ejemplo, la práctica continuada de una segunda lengua, aunque esta sea aprendida de forma tardía, ayuda en las personas mayores a preservar la integridad de la sustancia blanca.
Esta es la encargada de los ramales y prolongaciones que permiten la comunicación entre las diferentes partes del cerebro, así que los efectos beneficiosos de mantenerla en forma están fuera de toda duda.
También hay estudios que apuntan que las personas bilingües tardan más que las monolingües en sufrir neurodegeneración y enfermedades mentales como el Alzheimer.
Otro de los efectos beneficiosos de la práctica de otras lenguas es que favorece la flexibilidad y las funciones ejecutivas del cerebro, es decir, las que nos permiten razonar, resolver problemas y planificar el futuro entre otras cosas.
Un estudio reciente, realizado en la Universidad de Chicago por la psicóloga Katherine Kinzler y su equipo, también ha demostrado que el multilingüismo incrementa nuestra capacidad para situarnos en la perspectiva de otros.
Esto nos ayuda a ser capaces de llegar a acuerdos que puedan desbloquear situaciones conflictivas.
Hay voces que se alzan en contra del aprendizaje bilingüe. Una de las excusas más repetidas es que entorpece el desarrollo y crea confusión en el cerebro.
Sin embargo, esto también la ciencia se ha encargado de demostrar que es completamente falso.
Aprender y practicar lenguas es una excelente gimnasia mental, que nos ayuda a ejercitar nuestro cerebro y prevenir su deterioro. Cuantas más lenguas se practiquen, más fácil resulta aprender otras nuevas.
Así que, en vez de apuntarnos a discursos reduccionistas, lo más interesante sería aumentar todavía más la presencia de cualquier lengua en nuestra vida. Nuestras neuronas nos lo agradecerán.