Hacía tiempo que me preguntaba dónde se había metido el anterior presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero. Su silencio lo atribuía a una especie de prudencia o respeto, hasta que el otro día resurgió o rezumó en La Sexta. Uno esperaba que se quitase el polvo de tanta basura que le echaron encima; pero no. Lleno de tópicos, dudas, como temeroso, solo hizo darle la razón a aquellos que lo han culpado de habitar en otro planeta o de ser un pusilánime (“de poco ánimo para emprender cosas o arrostrar peligros o dificultades”).
Entre otras cosas se entiende el silencio de su partido a la hora de defenderlo, de quitarle aquí unas manchas allí otras. Un partido que por otra parte ya tiene bastante con rearmarse ideológicamente con algo que resulte creíble. Pero Zapatero solo es un símbolo de la personalidad de la época; hombres de los que nos cuesta mucho saber lo que piensan, también lo estamos viviendo con Rajoy; hablo de los que han tenido el poder de decidir sobre nuestras vidas o que por su falta de valentía nos han agravado esta mierda que llamamos crisis. Tiene razón Carlos Boyero cuando afirma: “Solo sé que sentí el asalto del rubor y también de la mala hostia ante la meliflua y hueca retahíla de no sé, prefiero no contestar”. El aburrimiento que me produjo solo puede estar a la altura de algunas películas de serie b o cuando te equivocas de película en el cine y pides urgentemente salir, dando por bueno el dinero gastado. Parecía estar viendo una superposición de los dos presidentes, de no establecer ninguna diferencia; son dos estilos de ninguneo, dos versiones de escapismo o de poca armadura intelectual.
Uno se pregunta ¿para qué fue a La Sexta? No es que esperásemos mucho de él, pero sí una cierta inteligencia en su discurso o en su crítica a la situación actual; en todo caso una cierta reflexión sobre el origen de este desaguisado y un cierto acto de contrición. Es curioso además que en esta época de recortes, de injusticias, parados e impunidad asistamos a un discurso mediocre y atragantado del anterior presidente del Gobierno como si él nunca hubiera estado allí. Cuando muchos jóvenes solo ven el futuro como un muro, escuchar los titubeos de Zapatero no es nada alentador. ¡Bah!