La historia de Cariño a través de diecinueve latas

El mar es una continua dentro de la historia de las localidades de la comarca y, en el caso cariñés, está marcada por la gran presencia de industria conservera que hubo en el pasado
La historia de Cariño a través de diecinueve latas
Fábrica de la antigua conservera El Centauro | Cedida

Cuando Fernando de Miguel, un burgalés afincado en A Coruña, se enamoró de Cariño, lo hizo por partida doble. Primero, por su compañera de vida y, segundo, por su gran herencia conservera. Teniendo en cuenta que la industria en cuestión tuvo más que notabilidad dentro de la zona, hay realmente muy pocos elementos que pueden poner en la debida relevancia la historia de la localidad. La idea de ir recogiendo las latas de las diferentes empresas vino por la curiosidad, pero también por la inquietud del burgalés que, hoy en día, cuenta con 19 –de las 24 que serían posibles–.


El fenómeno de estas empresas, ya no solo en la zona, sino en toda Galicia, fomentó la industrialización y, como explican desde la fundación Funpromar, “o desenvolvemento de estaleiros como o de Vigo vén das mans das conserveiras”. “Veñen dunha longa tradición como é a salgadura que, igual que a industria, estaba presente en todas as rías. A importancia socioeconómica –tendo en conta as diversas actividades de transformación dos produtos pesqueiros– ten unha relevancia fundamental en Galicia”, comenta Mariña López desde la asociación.


La transformación que supuso esta industria fue crucial. “Necesitábase sardiña e para isto facían falta barcos e ferramentas de pesca apropiadas. O desenvolvemento de terceiras actividades tiña unha ligazón moi grande coa materia prima do mar”, expone la fundación. Asimismo, recuerdan a quienes vivían la conserva desde dentro, desde la propia producción. “A man de obra era principalmente feminina. Ao longo da historia pódese afirmar que o 90% das empregadas eran mulleres e estamos a falar de que se chegaba ata ás 300 traballadoras nas empresas de gran tamaño. A cualidade estacional da pesca provocaba que, incluso as pequenas, tiveran unha plantilla remarcable”.

 

La Pureza, cien años


El sello del norte se repite en esta labor ligada al mar, sagas y familias que han continuado con el legado durante generaciones pero, en el caso de la localidad vecina, no ha sido así. En Cariño llegaron a funcionar más de 20 conserveras de las que, actualmente, solo queda una. La Pureza –empresa que sigue bajo el mandato de los Docanto Abella–, que cumple los cien años este 2024, es la única que ha conseguido capear el temporal y mantenerse como referente, no solo en la zona, sino también a nivel nacional.


La Fundación Clúster de Conservación de Productos del Mar (Funpromar), afincada en Vigo, es la actual preservadora de la colección del burgalés que espera que, algún día, pueda ser llevada de vuelta a su localidad de origen. Esta cuestión es bastante lógica, ya que como se ha ejemplificado, las conserveras y, por ende, sus productos son una parte esencial de la historia. Teniendo en cuenta el gran volumen que se daba en Cariño, se demuestra que esta localidad tuvo un vínculo inherente con el mar que le dió un valor incalculable dentro de la industria.

 

Vuelta a casa


El coleccionista está convencido de que dentro de la localidad hay quien apoyaría la idea de traer de vuelta su patrimonio, pero es consciente, asimismo, de la complicación que supone este proyecto. “Algunas de las antiguas naves de conserveras, en concreto la de El Centauro, serían perfectas para hacer un lugar de exposición”, comenta Fernando. La ubicación de esta infraestructura, situada en el centro de la localidad, permitiría una accesibilidad total para todo aquel que busque ir un paso más allá a la hora de conocer el pasado y la herencia de este.

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Una de las latas de la colección | Cedida

En el caso de que esto fuera viable, ya que hay que recordar que este estilo de edificios son propiedad de Portos de Galicia, sería una jugada por partida doble. Se pondría en valor la industria conservera como tal, pero también el patrimonio arquitectónico e industrial que enmarcó la actividad. Se entra, así, en un círculo de reaprovechamiento y reciclaje con una tónica dominante esencial: la puesta en valor del patrimonio.

 

En la historia de la localidad esta industria se remonta hasta el siglo XVIII y en los dos siguientes lustros floreció de manera exponencial. Había 24 conserveras y 5.000 habitantes, una ratio de 208 personas por fábrica. Teniendo en cuenta los datos de empleabilidad de Funpromar, Cariño se entregaba al mar. “Las latas están cedidas temporalmente al museo vigués hasta que en Cariño haya un lugar para exponerlas. El acuerdo firmado con la entidad es una cesión temporal”, explica De Miguel.


“Creo que tendría acogida. Es un pueblo con mucha sensibilidad, con una historia muy ligada a esta industria y, aunque ya no tenga el tejido anterior, puede ser un aliciente para el muncipio”, continúa.
El turismo es un punto clave dentro de esta propuesta, ya que los datos constatan la creciente subida de este sector.


El coleccionista, que es consciente del tirón que últimamente está teniendo el norte y, más concretamente, la comarca con la nomenclatura del Xeoparque Cabo Ortegal, considera que un “espacio común” –bien sea en forma de museo o de Centro de Interpretación– podría ser una sinergia efectiva. “Poner en valor una industria que, al fin y al cabo, es hija del paisaje. Tendría cabida dentro del atractivo de la localidad”, opina el burgalés.


Las mujeres


Como ya se ha mencionado, fueron ellas quienes, en su mayoría, trabajaron las fábricas de conservas. En el caso de Cariño, además, hay una anomalía que hace realmente especial a esta industria ortegana.
Además de ser la mano de obra por excelencia, la mayor parte de las conserveras de la localidad nombraban sus productos en femenino. La María, La Mercedes o La Purita compartían espacio con La Encarnación, La Alfonsita o A Xefa.

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Nombres en femenino para las conserveras | Cedida

Mariña López comenta que esto es un signo identitario de la zona. “Ás veces levaban os nomes das esposas ou das fillas, nomes bastante cercanos. Realmente é unha parte que precisa dunha investigación profunda”. nOtra cuestión relacionada con ellas son las herencias. Muchas constaban en los testamentos y, en contra de ciertas creencias populares, eran “moito máis que unha axuda”.


“Temos constancia de que moitas mulleres tiveron un papel relevante nas súas fábricas, entendendo que, en moitos casos, nas poboacións máis pequenas eran tamén parte as propias veciñas”, comentan desde la fundación.


Algunas de las latas de Fernando de Miguel están catalogadas gracias a la información que el museo pudo obtener a través de las conversaciones con los cariñeses. Desde la asociación tienen claro que el depósito de Fernando de Miguel tiene un valor incalculable. “Fala do pobo e da historia. Son unha fonte esencial para poder coñecer o que pasou en Cariño”. La rigurosidad y el amor del burgalés ponen en valor la herencia del mar, que espera poder disfrutar en casa.

 

Colaboración ciudadana para completar el listado

 

El burgalés Fernando de Miguel ha encontrado las latas en los rincones más inhóspitos. Desde gallineros hasta contenedores de obra, pasando por mercadillos de toda España. Ahora, por inquietud propia pero también por clamor popular, busca finalizar su colección y, a su manera, homenajear a todas aquellas marcas de conservas fabricadas en Cariño. Para ello, a raíz del cartel que ha ido completando a lo largo de los años con las piezas encontradas, ha facilitado tanto una dirección de correo electrónico como un número de teléfono. 

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En el propio folleto se puede observar que hay latas marcadas con una imagen negra o roja, a las que les hay que prestar una especial atención. Si algún curioso detecta un error, falta o si conserva alguna lata que quiera donar a la colección, especialmente las mencionadas anteriormente, puede ponerse en contacto a través de fdemiguelhombria@gmail.com o vía mensaje o WhastApp por medio del 629 171 776.

La historia de Cariño a través de diecinueve latas

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