En el 2004, en Vilallonte (Sedes), iniciaron una tradición un tanto peculiar. Ellos decidieron hacer un patrón a lo grande y, en vez de juntarse solo con la familia, hicieron de una casa de la localidad el epicentro común. Así, todo el pueblo –literalmente– cocinó, comió, bailó y cantó en compañía durante un sábado de septiembre.
Nueve años después, en 2013, hubo situaciones de índole personal que hicieron que los vecinos y vecinas del lugar decidieron despedirse de la Festa do Veciño.
Sin embargo, “a xente tiña ganas de volver”, comentó Enrique Rodríguez, participante de la celebración.
Esto fue lo que les llevó a replantearse retomar esta iniciativa que, aunque no de manera manifiesta, llevaba ya un tiempo rondado la cabeza de algunos. Este sábado, después de más de una década, los de Sedes celebrarán una tradición única.
Consciente de que la población del lugar cada vez es menor, cabe destacar la gran participación –independientemente de la edad– que tiene esta propuesta. “Chegamos a ser moitos, pero cada vez hai menos xente. Este ano contamos con 56 adultos e 11 nenos”, comentó Rodríguez. En estas situaciones, una logística efectiva es un punto clave y, en su caso, lo consiguen haciendo un reparto de tareas que comienza con un viaje al supermecado que “se paga a escote”. Una vez están todos en la casa elegida para la celebración –que va rotando entre las diferentes familias– “as mulleres encárganse das empanadas, do pan e, mentres, os homes facemos o churrasco e a paella”. Los más pequeños solo disfrutan.
A pesar de que no tienen orquesta, tampoco la echan en falta. Todos aportan lo que “hai polas casas” y hacen de los jardines y porches sus escenarios para un karaoke, que también ameniza su sesión vermú.
“O día a día lévanos a andar a carreiras prácticamente e buscamos, polo menos, ter unha xornada de tranquilidade e disfrute”, explica el vecino. La esencia es sencilla, puesto que se trata de divertirse con la gente que te rodea y mantener el contacto puerta con puerta, tan perdido en la actualidad