Alfredo Alcalá, el “arquitecto de la luz” al que homenajea su ciudad

Dos arquitectos que conocen su trayectoria analizan su “filosofía” y sus obras más destacadas
Alfredo Alcalá, el “arquitecto de la luz” al que homenajea su ciudad
Bloque de viviendas de la calle Breogán, uno de los máximos exponentes de la arquitectura de Alcalá I Jorge Meis

Alfredo Alcalá (1940-2023) dejó huella en Ferrol y su comarca con obras que despiertan la admiración de vecinos y visitantes. “Con su talento ha ayudado a construir y embellecer nuestra ciudad”, aseguró el pasado viernes la concejala de Urbanismo, Blanca García Olivares, en los actos de presentación de la Semana da Arquitectura que, en el caso de la urbe naval, se celebrará el jueves y el viernes próximos.


El legado de Alcalá es, como su trayectoria, amplio y diverso, revelador de su personalidad y filosofía. En la ruta a pie que organiza el Concello, la delegación local del Colexio Oficial de Arquitectos de Galicia y la Escola Tecnica Superior de Arquitectura da Coruña, los participantes podrán visitar –y descubrir– algunos de los proyectos que jalonan la reconocida trayectoria de Alcalá.


La presidenta del COAG-Ferrol, Carmen Pérez Parapar, destaca de él “ese manejo que tenía del espacio y de la luz”. “Desde su etapa como estudiante en la Escuela en Madrid”, explica, “decía que había materiales fundamentales en la arquitectura, que eran el espacio y la luz. Tenía muchas referencias de las antiguas cavernas, esa arquitectura enterrada, de iluminar a través de patios y lucernarios al enterrar los edificios... Y los tallaba: entendía los espacios como esculturas que había que tallar”. 

Carmen Pérez Parapar: “El edificio se ancla al terreno, se adapta a la orografía, al desnivel"


Pérez Parapar destaca otra cualidad del método Alcalá. “No despreciaba ningún material, es algo que aprendió de Javier Carvajal, profesor suyo en Madrid, que es investigar las posibilidades plásticas de cada material. En Alfredo, la calidad resulta de ese cuidado en el detalle y en la ejecución, en los encuentros entre los distintos materiales”. 

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Facultad de Humanidades del Campus Industrial de Ferrol | Jorge Meis

Ramón Montero alude al “bagaje previo” con el que Alcalá llegó a esa época de “afloramiento de la arquitectura gallega” que fueron los años 60 y 70. “Hizo confluir tres corrientes: sus vivencias en La Mancha –esa mentalidad rural– ; la modernidad que se estaba cociendo en Madrid en su etapa de estudiante y, a su vuelta a Ferrol, lo plasma en algo fundamental en él, que es el tratamiento de los materiales. Es impresionante cómo coge los elementos más simples para, con su cuidado en los detalles, acabar por convertirlos en algo totalmente distinto”. El arquitecto recuerda una cita de su hijo en el funeral: “Tenía la capacidad de hacer permanente lo temporal”. 


Obras imperecederas 

 

Pérez Parapar y Montero aceptan el reto de elegir sus tres obras favoritas de Alcalá. En una coinciden: la iglesia de A Magdalena, en Cabanas (1966). Para la presidenta de la delegación ferrolana del COAG, uno de sus valores fue “todas las limitaciones que tuvo la obra: recién salido de la escuela, con un presupuesto muy reducido, lo que va a condicionar la elección de los materiales... Y, con todo, fue capaz de obtener una calidad altísima en la ejecución, la implantación del edificio y de los espacios que genera”. 


Montero, por su parte, resalta de este templo el hecho de ser su primera obra y también su “singularidad”. Es decir: “Un cura joven y un arquitecto que todavía no estaba titulado cuando recibió el encargo, plantean una cosa que no tiene absolutamente nada que ver con lo que la gente pensaba que debía ser una iglesia. Se lo plantea como un elemento liviano donde poder acoger casi la romería que se celebraba allí: una cubierta, una lámina que se quiebra y que en esos quiebros va generando una entrada de luz y que se apoya sobre un elemento de contención, ese muro de hormigón que se va labrando y tallando y donde aún tiene el gesto de insertar esa frase: “Mais ela regounos con bágoas”, ligado a una fuente en la entrada. Pese a la simplicidad de los materiales, es casi una poesía hecha edificio”. Además, el arquitecto considera que “ahí sienta las bases de otras obras posteriores”. 

Ramón Montero: “Siempre planteó sus edificios formando parte del entorno. No eran islas”


Las otras elecciones de Pérez Parapar y Montero difieren. En edificio de viviendas, la primera se queda con las de Breogán (1974), por ser “una de las obras claves para entender su universo creativo y por ser uno de los mayores exponentes de la vivienda colectiva en Galicia desde mediados del XX”. Montero se queda con las de Fonte da Greza, en Narón, que, aunque no se pudo ejecutar en su integridad, “fue él mismo quien las promovió para poder controlar todo el proceso. Me gusta la sinceridad en el uso de los materiales, con el hormigón visto, con una fachada ventilada pero hecha con hormigón in situ. En el interior los tabiques no llegan hasta arriba para dar una sensación de mayor continuidad; espacialmente empieza a investigar...”.

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Edificio del Ateneo Ferrolán en Magdalena con Méndez Núñez | Jorge Meis

El Pazo da Merced, para Carmen Parapar, y una vivienda en A Graña, para Montero, completan la selección. “El pazo, por motivos obvios”, destaca la arquitecta, “es su casa, su estudio, su laboratorio, su vida. Es ahí donde hacía esas pruebas de ensayo-error en su propia vivienda y hay que entenderlo como algo fundamental en su trayectoria”. La casa de A Graña le encanta a Montero por “cómo se integra en la ladera. Es una especie de suspensión: entras desde Blanco Amor a un edificio que es prácticamente opaco y cuando atraviesas empiezas a vislumbrar un espacio que se va escalonando y que va abriendo vistas continuamente”. 


El análisis se cierra con la forma de entender la arquitectura en el entorno. Para Pérez Parapar, la clave es el “punto de contacto con el terreno. En Breogán, por ejemplo, ese bloque se ancla al terreno, se adapta a esa orografía, a ese desnivel tan grande entre la calle Breogán y la inferior (Baterías), se escalona y consigue esos soportales comerciales, de acceso, formando una pieza de unión entre el espacio público y privado y al final no sabes si es la calle o si es la edificación, con esos espacios interiores, soportales, espacios de estancia y juego”. 


Ramón Montero incide en que Alfredo Alcalá “siempre planteó sus edificios formando parte de un entorno. No eran islas. Siempre, como en Breogán, Fonte da Cruz, en los poblados de As Pontes... Son edificaciones que se han generado para que un espacio privado de parcelas se acabe convirtiendo en un espacio público. Siempre buscaba esa relación con el exterior, jugaba mucho con esa topografía; que el edificio tuviese menos presencia y estuviese más integrado en el territorio”. 

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