La Cátedra de Arqueoloxía e Educación Patrimonial reabre las inscripciones para el Arqueódromo, un espacio que se habilitó en el mes de enero en el Torrente Ballester, con el objetivo de que las nuevas generaciones tengan conocimiento del sector, valoren el patrimonio, la importancia de la historia y las humanidades, entre otros.
En un inicio, la propuesta se dirige al alumnado de 6º de Primaria y 1º de ESO, por tratarse de cursos en los que se introducen contenidos sobre los castros y la antigua Roma, según explicó la museóloga responsable del Arqueódromo, Lucía Brage. No obstante, esta encargada recordó la iniciativa de la temporada pasada dirigida a las familias, en la que “los adultos querían excavar casi tanto o más que los niños”, y por tanto, “esperamos retomar esa actividad de cara al verano porque tuvo muchísimo éxito”.
Las visitas escolares, que tienen las inscripciones abiertas en el correo arqueodromo.ferrol@gmail.com o en el teléfono 685715703, empezarán el próximo 8 de noviembre y continuarán hasta el mes de junio. Según informó Brage, las reservas ya están completas por centros educativos de la comarca hasta finales de este 2024, empezando el nuevo año con practicamente todas las fechas cubiertas y a partir de marzo ya se cuenta con mayor disponibilidad.
“Siempre salía un par de arqueólogos por cole”, señaló la profesional sobre la experiencia de los primeros participantes. De la misma manera, concretó que otros usuarios se interesaban por profesiones diferentes que también se practican en una excavación real y en el propio Arqueódromo, como es el caso de los restauradores o los fotógrafos especializados.
Por este motivo, la propuesta continúa evolucionando en su primer año de trayectoria e incorpora un taller de fotografía arqueológica, que vendrá de la mano de Eloy Taboada y Víctor Rivera, dos profesionales “que han trabajado tanto en Galicia como en Oriente próximo”, declaró la museóloga. En definitiva, los asistentes aprenden que una excavación necesita de un trabajo en equipo multidisciplinar, “que los objetos nos hablan” y todo el proceso que estos elementos experimentan desde que salen de la tierra hasta que se exhiben en un museo.
La respondable del Arqueódromo relató las tareas que se proponen en el centro “para que los niños puedan vivir la experiencia de la arqueología en un ambiente controlado y de manera lúdica, pero que a la vez aprendan”. En primer lugar, se realiza una explicación introductoria sobre la actividad arqueológica profesional, previamente al trabajo en la recreación de un yacimiento de importantes dimensiones.
“A medida que van excavando, se van encontrando tanto estructuras como objetos”, indicó Lucía Brage, para lo que deben obrar “con mucha paciencia, con el pincel, eliminando capas de tierra”. Así, los participantes descubren elementos como una tumba o monedas, los ejemplos que más sorprendieron a las visitas.
Tal como se realiza en la práctica profesional, los asistentes deben trabajar en equipo para formular hipótesis sobre sus hallazgos y registrar los datos obtenidos en fichas. A continuación, los pequeños pasan al espacio del laboratorio para comprobar si las teorías formuladas en un principio son plausibles o si se trata de otro tipo de descubrimiento.