A. Bellido, escritora: “En el convento de Barcelona nos decían todos los días que nunca íbamos a ser buenas madres”

“La última primavera” habla de dos luchas. La primera para poder criar a su hijo y la segunda por poder ver a su nieta
A. Bellido, escritora: “En el convento de Barcelona nos decían todos los días que nunca íbamos a ser buenas madres”
Amparo Bellido, autora de “La ultima primavera”, ayer en la redacción de Diario de Ferrol | D. A.

En el Benidorm de 1973, una joven de 20 años sufrió una agresión sexual que provocó un embarazo bastante mal acogido en una familia carlista, lo que motivó el traslado de esta mujer a un convento de Barcelona, parte del Patronato de Protección a la Mujer, “donde metían a las descarriadas”. Se enfrentó sola a la crianza de un hijo que muchos le dijeron que no tuviese y, años más tarde, tuvo que pelear en los tribunales por poder ver a su nieta. Amparo Bellido descubrió muy joven que la vida “es una lucha constante”.


“La última primavera”, que puede que sea su primera y única obra, habla de esto. Más bien, de ella, de “una niña que acababa de terminar la carrera con la ilusión de tener una plaza en propiedad” cuya vida cambia completamente en una noche. También de una vida dedicada, en cierto modo, al cariño –tanto al que pudo dar como al que le quitaron–. Y a pesar de que con 70 años “ya no se tiene vergüenza”, no cree que el libro tenga continuación. Y es que en esta historia, reflejo de la vida misma, hay buenos y hay malos; hay dolor y amor pero, sobre todo, hay verdad y una continuación “podría hacer mucho daño”.


“Feminista hasta la médula, fiel defensora de los derechos de las madres y los hijos”, así es Amparo Bellido, autora y protagonista. Después de su juventud, llega el momento en el que su hijo forma una familia y, con ello, la segunda batalla de una guerra vital, pues estuvo más de cuatro años sin poder ver a su nieta. La obra nace ahí, en este periodo comenzó a escribir y su debut surge de la espera, la pelea y el amor que se traduce en 22 juicios.


Bellido es enfermera jubilada –de hecho, durante este periodo de tribunales, pidió en el trabajo poder estar en Pediatría y estar con niños, “haciendo todo lo posible para no volverme loca”–, y lleva escribiendo “toda la vida”, y, a fin de cuentas, es, como ella misma dice, “una mujer que ha contado una historia”. Pero la verdad va mucho más allá de eso, puesto que esta es una crónica que, de cierto modo, honra “a las indignas de la patria” –en alusión a las madres solteras de su época– y a “todas aquellas que no pudieron tener a sus hijos”.


Realmente, su libro lleva terminado desde 2009. “Mi hijo lo pasó a limpio, lo encuaderné y se lo regalé a mis amigas”, comenta. De hecho, así llegó la idea de publicar, gracias a su círculo. Hace apenas tres años le aconsejaron que se tirara a la piscina con su historia pero “yo no quería ser escritora”. Aun así, fue valiente, como durante las siete décadas que lleva a las espaldas y “arrasamos hasta el punto de que en un año hicimos siete ediciones”.


Con todo, y a pesar del éxito cosechado, la autora reconoce que “me ha pillado mayor, y no es lo mismo continuar con esta edad que dar el primer paso”.


Y a pesar de que es una historia dura y cruel, exactamente igual que muchas otras vidas, el rencor no entra en las palabras de la escritora, ya que “entiendo lo que tuvieron que sentir mis padres, en cierta manera también fueron víctimas. Cuando a un padre católico y carlista le viene la niña embarazada con 20 años, cuando él la ha educado para que encuentre un buen marido y se case, tiene que ser demoledor”, reflexiona.


Y, entre risas y en perspectiva, confiesa que su madre se “echaba las manos a la cabeza” porque ella nunca escondió su situación. 


La verdad es que “a mi y a otras, que llegábamos al cenobio decididas a quedarnos con nuestros hijos, intentaban lavarnos el cerebro. Nos decían que no íbamos a ser buenas madres todos los días.” Estos sucesos no son tan lejanos, las instituciones se mantuvieron hasta 1985.  


Ella es una mujer que, a fin de cuentas, tuvo que luchar por su hijo y 30 años después, pelear por su nieta. Conoce a su agresor, puesto que la noche en la que todo sucedió memorizó la matrícula su coche.  De hecho, lo localizó años después y la respuesta que recibió fue un “a saber de quién es”. 


Ahora, que recorre la geografía nacional presentando “La última primavera”, en la que todo cambió, confiesa que “hay más gente de la que pensaba que se identifica con el relato. En todas las presentaciones se acerca alguien”, que le cuenta que, de cierta manera, sus historias tienen cosas en común.


Hoy, más de 50 años después, echa la vista atrás y reconoce que “tuve que madurar de golpe”, pero de manera estoica se queda con lo bueno, y asevera que “estoy contenta con mi vida. Mi hijo me ha querido siempre y he tenido la suerte disfrutarlo cuando muchas de mis compañeras en el convento no pudieron”.
Implacable y peleona, por ella y por muchas otras de antaño, pero también de ahora. 

 

Esta es su vida, simplemente, la historia de una mujer.

A. Bellido, escritora: “En el convento de Barcelona nos decían todos los días que nunca íbamos a ser buenas madres”

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