Correos y Telégrafos, pasado y presente de un servicio esencial de comunicación en Ferrol

De las cartas con direcciones aproximadas a códigos exactos por calles, del télex al Whatsapp actual
Correos y Telégrafos, pasado y presente de un servicio esencial de comunicación en Ferrol
Detalles de la vidriera del edificio con el escudo de la Segunda República | AEC

En plena plaza de Galicia, flanqueado por edificios tan nobles como el teatro Jofre o la Casa Romero se alza el emblemático edificio de Correos, un inmueble que, en principio, tendría también la huella del arquitecto municipal Rodolfo Ucha pero que finalmente se convertiría en un ejemplo de la arquitectura Regionalista de la mano de Palacios y Otamendi.


Sus entrañas ocultan, más allá del gran vestíbulo al que acceden los ciudadanos, todo un entramado de departamentos que hoy son ocupados por profesionales de esta empresa y que en su día acogió tanto a Correos como a Telégrafos e incluso viviendas en el interior de esa edificación.


Las visitas guiadas de la Semana del Patrimonio Invisible han permitido conocer un poco más ese edificio y, sobre todo, el funcionamiento y la historia de un espacio por el que se pasa a diario pero que permanece oculto, más allá de los carteros que a diario recorren las calles y la zona rural de la ciudad.


El propio director de la oficina ferrolana, Jesús Manuel Rodríguez, y uno de los trabajadores que vivió la época del télex sirvieron de cicerones a un recorrido histórico que permite valorar el trabajo del servicio de correos de antes y de ahora.

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Plano del proyecto de obra de Antonio Palacios y Joaquín Otamendi | AEC


Cómo se distribuye a diario la correspondencia que llega a la ciudad, cómo era aquella comunicación con el telégrafo y qué reliquias se conservan de aquellos años en los que Corrreos y Telégrafos de Ferrol estaba a la cabeza de la comunidad fueron cuestiones que pudieron responder los visitantes del emblemático edificio, construido en su día, como se explicó, en una línea urbanística muy importante en el barrio de A Magdalena, como zona de servicios públicos, desde el mercado a la alameda, pasando por la concatedral, el teatro Jofre o el antiguo Gobierno militar, todos ellos edificios públicos con una función primordial en la ciudad.


Pero el edificio de Correos no se construyó de la nada. En ese espacio se encontraba en teatro New England, a finales del XIX. No era más que un pabellón de madera, muy habitual en la época, en el se podía mezclar una película con un espectáculo de variedades. A principios del siglo XX ya no se puede mantener y se abandona. El pabellón sin función es entonces un buen espacio para mejorar las condiciones de sus trabajadores, hasta entonces en los soportales existentes frente al palacio de Capitanía, donde trabajaban en un estado que, como se recogía en la prensa del momento, se definían como “mazmorras, húmedas y sin luz. Lóbrego y angosto saladero”. Correos estaba entonces separado de Telégrafos, ya que la estación telegráfica se hallaba en la calle Coruña.


Pese a la idea inicial de que Rodolfo Ucha, arquitecto municipal, fuese el autor de proyecto finalmente la obra fue firmada por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi. Serían unas oficinas ejemplo de Regionalismo y muy similar a otras como las de Gijón.


El edificio cuenta con dos torres, disponía de zona de vivienda del director, albergaba el telégrafo, el gran vestíbulo y un sótano, donde también estaba la vivienda del conserje.


Una de las grandes curiosidades que sí está a la vista de todo el público es la gran vidriera del techo, con el escudo de la segunda República, que se mantiene y que incluso ha sido recientemente restaurado, manteniendo su esencia tan característica, sin las coronas que se aprecian en el  escudo actual, al ser previo a la monarquía.

 

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Momentos de la visita en la Semana del Patrimonio Invisible | AEC


Pero más allá de lo que a diario puede ver el ciudadano que se acerca a la oficina de Correos, lo que el ojo no ve, lo que guardan sus entrañas es un complejo sistema de distribución en el que el engranaje funciona al 100% y del que depende que día a día se repartan en su lugar exacto las cartas y certificados que llegan a Ferrol. Porque todo el correo que se manda a la ciudad naval, incluso el que parte de la propia urbe, se dirige a Santiago y desde allí es cuando se distribuye a la urbe naval o a la ciudad de la que dependa el reparto –30.000 cartas y 4.000 paquetes a la hora–, a través de un código que, en forma de señal en color fosforito figura en la parte trasera de cada carta y que permite saber a qué oficina debe dirigirse el correo para desde allí ser distribuido por los carteros.


Ese trabajo previo al reparto que cada día comienza a las siete de la mañana en la oficina de la plaza de Galicia, es un gran desconocido para el ciudadano, con decenas de casillas y secciones que abarcan calles y números que permiten que cada cartero se haga cargo de su sección. Si ese trabajo previo no es correcto, el reparto tampoco.


Ferrol cuenta con seis códigos postales más las zonas rurales –Galicia cuenta con 2.500 carteros rurales– y las cartas sin código se encaminan manualmente desde la central de Santiago.


El trabajo ha cambiado y evolucionado, desde esos carteros a caballo o recorriendo ríos en muchas zonas perdidas de Galicia hasta el uso común de PDAs que permite que se puedan recoger y pagar paquetes o pedidos en las propias casas, por muy alejadas que estén, sin tener que desplazarse a las oficinas.


Correos está también en la memoria de muchos ciudadanos a través de recuerdos de la Caja Postal de Ahorros, donde los niños cobraban las becas y quienes iban a realizar la mili recibían sus giros. Esta desapareció en el año 1991, como lo hizo mucho antes un servicio en el que Ferrol era el número uno, el de telégrafos y télex. El precursor del Whatsapp funcionaba en la ciudad naval a pleno rendimiento, con un espacio que se conserva todavía con gigantes máquinas que desprendían un tremendo ruido y en el que los trabajadores recibían y enviaban télex con mensajes de empresas, bancos, consignatarias, Armada... en una ciudad con bulliciosa actividad.


Se escribía el texto y marcando el número del abonado llegaba de forma inmediata el mensaje que se quería transmitir. Eran unos años setenta en los que se comunicaban barcos con tierra firme y en los que la Marina ocupaba un papel preponderante en Ferrol y la hacía distinguirse de otras ciudades gallegas. 
Había entonces altísimas facturas, grupos electrógenos para mantener siempre en funcionamiento el servicio frente a los habituales cortes de luz, un trabajo de día y noche y unas conexiones con postes y cables que recorrían ciudades y localidades de toda Galicia hasta que llegó la Telefónica


El fax hizo morir al télex en los años noventa y las comunicaciones han cambiado como lo ha hecho el servicio de Correos, con la informatización, pero ese pasado, pervive en el interior de este edifico y en la memoria de sus trabajadores.

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