Los suegros de María del Carmen Casal empezaron vendiendo piezas a domicilio antes de abrir la Joyería M. Fidalgo en el antiguo mercado central de Ferrol hace más de medio siglo. Con su remodelación, trasladaron el negocio a uno de los locales que se encuentran ahora en el espacio dedicado al Rancho da Praça-Rendilleiras de Vila do Conde, estrenado en agosto.
“Es una plaza muy mona, pero no hay comercios, y necesitamos que abran más para darle vida”, propone la joyera, observando además que la ausencia de sombras disuade a la gente y proponiendo un sistema de velas que ofrezcan algo de fresco para que sea más funcional y atractiva para el público.
A pesar de que las pasadas Navidades fueron “las peores de nuestra historia” y que “desde el Covid, la gente dedica su dinero más al ocio, a viajar y a disfrutar, y no tanto a sus antojos”, Casal resiste tras el mostrador de un comercio emblemático en el se puede encontrar “un poco de todo: oro, plata, acero o bisutería; pero no relojes, que ahora con los ‘smartwatch’ de moda, la relojería tradicional no tiene mucha salida, pero volverá”.
“Nuestra clientela nos solicita variedad, pero sobre todo piezas que están de moda y son más asequibles, para poder ir cambiando. Eso nos requiere estar actualizados, claro”, revela la gerente de M. Fidalgo quien, además, se sincera cuando habla del metal por excelencia en las joyerías: “El oro le gusta mucho a la gente, pero ahora mismo los precios son exagerados, están disparados y no es buen momento para comprar”.