Si la Semana Santa, en condiciones normales, ya sabe a poco a quien le gusta, esta Pasión ferrolana a remojo ha sido especialmente breve y deslucida con únicamente dos jornadas en las que se pudieron celebrar la totalidad de las procesiones, el Domingo de Ramos y el Miércoles Santo.
Este Domigo de Resurrección, en el que estaba previsto el Gozoso Encuentro en la plaza de Armas, las tres hermandades implicadas en los cortejos anunciaron antes de las diez de la mañana que tampoco saldría la comitiva a la calle. No obstante, la alfombra floral que les esperaba enfrente del Palacio Municipal sí quedó lista.
La Junta de Cofradías y Hermandades se la encomendó a la Asociación de Alfombristas do Corpus Christi de Ponteareas, un grupo de una treintena de voluntarios capitaneados por Miguel García, que se llegó a ofender cuando hubo quien cuestionó que fuesen a cumplir con el encargo cayendo chuzos de punta. La dejaron marcada el sábado y este domingo, de 6.30 a 9.00 horas, la rellenaron: “La pena es que no pase la procesión por encima”, lamentó.
“Ya dije que somos de Ponteareas y hacemos alfombras con sol, con lluvia, donde haga falta”, expresaba orgulloso este domingo, con el aguacero empezando a desteñir su laboriosa creación. Presumiendo de la tradición más antigua de España en cuanto a tapices florales, con más de 200 años de historia y declarada de Interés Turístico Internacional, Miguel es la cuarta generación de alfombristas “y mis hijas la quinta”, habiendo empezado él a los cuatro años.
Por su parte, los hermanos mayores de las cinco cofradías no tenían el mismo humor que el alfombrista. Resignados, no ocultaban la tristeza al hacer balance esta Semana Santa en la que fuimos de chaparrón en chaparrón y no se pudo ver ninguno de los tres palios ferrolanos en la calle: ni la Amargura, ni la Piedad, ni la Soledad.
Haciendo números, la Merced fue la hermandad que salió peor parada, celebrando únicamente una procesión de las cuatro previstas. Helena Pena, su hermana mayor, admite que es “bastante frustrante; se lleva mal y las decisiones de no salir son las más difíciles de tomar porque estás hablando del trabajo de todo un año”. Subraya además que existe incomprensión por parte de alguna gente, complicándolo más.
Con todo, la parte positiva la encuentra en la apertura de los templos, “que movió a mucha gente”, y también en el incremento de la asistencia a los oficios y a los cultos religiosos. Ahora, ya pensando en el Corpus, la Merced no descansa y ya abrirá sus puertas la semana que viene para recoger, pero también para celebrar con una cena de confraternización.
Dolores, por su parte, es la siguiente más perjudicada, puesto que solamente pudo disfrutar de dos procesiones y media de las siete previstas. “Estamos fastidiados”, reconoce José Ángel Vázquez, su presidente. Piezas como el nuevo manto de la Piedad se quedaron sin poder lucirse en las calles y Caifás, el Martes Santo, se tuvo que recoger a la carrera.
Sin embargo, la hermandad valora muy positivamente que su sede canónica estuviese operativa porque, más que nunca, sirvió para acoger a los cofrades y darles cobijo y luz para evitar “una depresión permanente”, añade, aplaudiendo asimismo el regreso de los cortejos a la calle Dolores que, en el caso de la Penitencia del Miércoles Santo —la última procesión que se celebró este año—, ofreció un “mayor recogimiento y solemnidad”.
La Cofradía de las Angustias tampoco está contenta con dos procesiones de las cinco previstas en su caso. José Ramón Cancelo, hermano mayor, lamenta que “al tiempo no podemos dominarlo” y pone sobre la mesa el temor de que estos dos años malos, sin apenas cortejos en la calle, influyan en su censo.
“Puede perjudicar en el ánimo de los cofrades porque en el Covid nos pasó y perdimos dos generaciones, algo que nuestra cofradía no se puede permitir”, añade. Por su parte, su homólogo en la Soledad, José Evia, que ejerce en la actualidad el comisariado a la espera de elecciones, contabilizó en su última Pasión al frente tres de cinco procesiones, uno de los más afortunados. Con todo, dice, “no podemos ser positivos, solo estar satisfechos de lo que pudimos realizar, pero la decepción está patente”, sostiene.
Finalmente, Antonio Sixto, hermano mayor del Santo Entierro, que realizó el Desenclavo y unos metros de procesión en el interior de San Julián, se sentía afortunado de poder, al menos, haber celebrado su Viernes Santo. “Estamos contentos porque, aunque no es lo mismo, la gente nos ha dicho que gustó mucho, que fue también muy emotivo”.
Que la vista de los pasos preparados para salir en procesión no sea exclusiva de los cofrades supone no solo un gesto de apertura hacia el pueblo y los visitantes, sino un cambio de mentalidad lógico cuando la pretensión es que el público pueda venerar las imágenes y disfrutar de un trabajo que, tristemente, no se vio en la calle.
Conviene perfilar mejor los planes alternativos (atrasar, acortar o, cuando llueve a chuzos, dar alternativas al cortejo) y cumplir el horario, recalculando tiempos si es preciso para que las procesiones no se pisen. Además, el público debe aprender a no cruzar por el medio, no tirar pipas y guardar silencio (o hablar bajito).