El centro cívico de Canido se convertía de nuevo este jueves en una oda a la colectividad con la jornada “Tradicións de aquí e de acolá: Día de Mortos e Samaín”. Así, bajo ese título, se abrazó la diversidad cultural tejiendo una exitosa actividad con los hilos de las costumbres de Galicia y América Latina en torno al Día de Difuntos.
La Asociación Veciñal de Canido, la entidad cultural Artábria, Ferrolterra Antiga, Muíño do Vento y Movilidad Humana organizaron una tarde dirigida en especial a los más pequeños, donde pudieron preparar y montar un altar mexicano, así como asistir a talleres de pintacaras, collares de “zonchos”, calabazas y lazos de cruces. No faltó la chocolatada ni el “encontro gastronómico da diversidade”, ni tampoco una batukada final.
“Hemos invitado a la gente a hacer un viaje a través de las tradiciones, los sabores, los alimentos... Ya que estamos en este país de acogida y hemos dejado allí el territorio cuerpo, la Abya Yala, de la que hemos traído saberes y costumbres, la idea era comprobar que los ritos no distan tanto cuando hablamos de entender qué es el más allá de la vida”, dice Soledad Lucero, coordinadora de Movilidad Humana.
“Por ejemplo, aquí tenéis las calabazas y allí el maíz. Son las cosechas de nuestros solsticios, que son en estas fechas. Con ellos hacemos la cola morada en Ecuador o la mazamorra peruana”, añade, valorando que hay puntos comunes también a la hora de “entender la vida en la muerte, que no se termina, sino que se inicia otro proceso de aprendizaje”.
En este sentido, desde Ferrolterra Antiga quisieron poner el foco en las tradiciones de Samaín que se empezaron a recuperar hace tres décadas en los lugares de Galicia en los que se habían dejado de hacer para celebrar una noche mágica, en la que se creía que los muertos podían visitarnos y era habitual dejarle ofrendas de comida y el fuego encendido. Como precaución, para ahuyentar a criaturas, se tallaban nabos y se ponía una brasa dentro, una costumbre que pasó a hacerse con calabaza cuando su cultivo llegó de América.
Según la tradición, en el caso del collar de “zonchos”, cada castaña comida representaba un alma liberada del purgatorio, por eso los niños y niñas iban ofreciéndolas. Precisamente, los más pequeños pudieron tanto tallar las calabazas como hacerse sus collares, pero también convertirse en “catrinas” que, como apunta Soledad, es una figura satírica que recuerda a las personas mestizas que querían aparentar algo que no eran: “Nos llevan a la actualidad, porque hoy por hoy queremos también ser lo que no somos”, lamenta.
Consciente de que tanto las “catrinas” como los altares mexicanos se han vuelto comerciales, como le ha pasado a símbolos del Samaín que adoptó Halloween, hace especial hincapié en la película “Coco”, de Pixar: “Vendieron eso, pero no es así y queremos reivindicar la tradición desde el respeto a la diversidad”.
En el caso del altar, esta llamativa y colorida tradición mexicana que busca abrir un espacio “para pensar en nuestros muertos y que no se olviden”, los pequeños pudieron contribuir a su montaje mientras les explicaban lo que simbolizaba para una de las cosas: “Fueron mujeres mexicanas las que picaron el papel y se encargaron de organizarlo, pero no han podido disfrutar de la actividad porque tuvieron que marcharse a trabajar a las casas donde trabajan. Es importante visibilizar que, para que unos disfruten, otras tienen que cuidar y limpiar”, observa.
El altar está dedicado este año a la infancia de Palestina y también a las mujeres asesinadas por violencia machista. Además, incluyeron también una bandera valenciana en solidaridad con los afectados por la DANA. “El objetivo es el respeto y el amor a la diversidad y qué mejor que aquí en Canido, donde se construye desde la colectividad”, valora.