"¿Dónde está la tumba de Drácula?". Este es uno de los rumores a los que responde con frecuencia Benoit Gallot, el director del cementerio parisino Père Lachaise, quien acaba de publicar un libro que desmonta los tópicos sobre los camposantos.
En "La vie secréte d'un cimetiére" (editorial Les Arenes, sin traducción), Gallot se revuelve contra los estereotipos del cementerio "triste, deprimente y maldito" y las noticias falsas que circulan alrededor de él.
El de Père Lachaise es uno de los más conocidos internacionalmente por acoger a figuras como Oscar Wilde, Jim Morrison o Edith Piaf, pero, según el director, la mayoría ignora la vida que esconde.
"Hay vegetación, árboles, animales salvajes, hay una riqueza inesperada, no sólo la muerte", cuenta, sobre el camposanto abierto en 1804, considerado el primero de la era moderna, y que, con sus 43 hectáreas, es el espacio verde más grande del París intramuros.
De entre las 70.000 tumbas y 27.000 urnas con cenizas, en el Père Lachaise cohabitan zorros -sorprendentemente están instalados en el cementerio desde los confinamientos de la covid-, lechuzas y erizos junto a magníficos ejemplares de castaños y cedros.
Entre esa maleza, se encuentran otras lápidas de ilustres como Frédéric Chopin; Moliere; Marcel Proust, Amedeo Modigliani; Miguel Angel Asturias o Georges Bizet, quienes comparten espacio con un patrimonio arquitectónico y paisajístico de primer nivel, como el monumento dedicado a todos los difuntos (1899) de Paul-Albert Bartholomé.
En promedio, son unos tres millones de visitantes anuales los que acuden a este cementerio situado en el este de París.
Alentados por la mística y la leyenda, algunos están seguros de que el conde Drácula está enterrado aquí; otros alimentan falsos rumores, como la exhumación y repatriación a Estados Unidos de los restos del líder de The Doors, Morrison.
"Se piensa que aquí es un lugar maldito, me preguntan con frecuencia si Drácula yace aquí, dicen que han visto espíritus, recibo peticiones de cazafantasmas. Yo nunca vi nada paranormal", asegura Gallot, quien reside dentro del cementerio con su familia.
Eso sí el Pere Lachaise ya pasó por períodos más turbulentos. "Ahora se ha calmado mucho, han pasado 50 años de su muerte, pero en la década de los 80, aduladores de Morrison venían a su tumba a drogarse, a beber e incluso a tener sexo", recuerda.
La curiosidad más reciente nacida alrededor de esa lápida vista por millones cada año es la pegada de chicles de los visitantes en un árbol anexo, un fenómeno inexplicable para Gallot.
Gallot sí que relata esporádicos hallazgos escabrosos, como el de una fosa de una tumba abandonada con 200 cadáveres de pollos, probablemente relacionados con un rito vudú.
Lo más común, aclara, son rituales sin connotaciones macabras. ¿Por ejemplo?
La tumba de Antoine Parmentier (1737-1813), quien introdujo en Francia el uso de las patatas, hasta entonces un alimento destinado a los cerdos. Su túmulo está adornado por tubérculos de diferentes tamaños y formas.
Otro peculiar ritual sucede alrededor del francés Allan Kardec (1804-1869). El fundador de la doctrina espiritista bautizada como kardecismo tiene una de las sepulturas más floridas del cementerio.
Según la leyenda, el autor de "El Libro de los Espíritus" (1857) habría declarado poco antes de su muerte que quienes vinieran a verle podrían tocar la nuca del busto de su sepultura, expresar un deseo y, si este se cumplía, regresar con flores para colocarlas en torno al túmulo.
"Es una de las tumbas más visitadas, sin duda, se ven muchos brasileños", cuenta a EFE un asiduo visitante, Calixte Antúnez, en alusión al furor del kardecismo entre millones de brasileños.
Antúnez se mueve con asombrosa agilidad en un cementerio situado a pocos metros de su domicilio. Conoce jugosas anécdotas e historias, entre ellas la de Victor Noir (1848-1870).
Muchas mujeres tocan, por ejemplo, el sexo de la estatua funeraria de este periodista asesinado por un primo de Napoleón III, pues se cree que tiene el don de curar los problemas de fertilidad de las parejas.
Por sus orígenes españoles, Antúnez, un nonagenario de padres salmantinos está al día del sector del cementerio dedicado a la Guerra Civil y sus exiliados. Una de las principales figuras enterradas es la del que fue jefe de Gobierno de la Segunda República, Francisco Largo Caballero (1869-1946).
A escasos metros del dirigente socialista, yace una referencia del fotoperiodismo de guerra, la alemana Gerda Taro, muerta en 1937 en la batalla Brunete (Madrid).