El conservador Michel Barnier fue finalmente la opción elegida este jueves por el presidente francés, Emmanuel Macron, para liderar el gobierno tras casi dos meses de bloqueo. La derecha tendrá por tanto en sus manos la estabilidad del país, mientras la izquierda promete ya censurar al nuevo primer ministro.
Barnier, exministro y excomisario europeo de 73 años con una dilatada carrera política, procede del partido de la derecha conservadora Los Republicanos y es una figura curtida en la búsqueda de consensos en contextos muy complicados, tal y como demostró como representante de Bruselas en las negociaciones del 'Brexit'.
Pese a esas bazas, la formación de la que procede es, como no dejó de recordar inmediatamente la izquierda francesa, tan solo la cuarta fuerza de la Asamblea Nacional que emergió profundamente fragmentada de las elecciones del pasado 7 de julio.
"Afronto este periodo, esta nueva página, con mucha humildad", manifestó Barnier en su primer discurso en el Palacio de Matignon, ya como primer ministro, y prometió responder tanto como sea posible "a los retos, la rabia, el sufrimiento, la sensación de abandono y de injusticia que son demasiado frecuentes" entre los franceses.
Para ello deberá gobernar con el respaldo del centro macronista (166 diputados), con el apoyo de los 47 diputados de su propio grupo político (que en principio se había negado a entrar en el Gobierno) y de otras formaciones minoritarias, como el grupo centrista y regionalista LIOT (21 escaños).
Barnier, que por el momento no ha dado pistas sobre la composición de su futuro Ejecutivo, no logrará alcanzar una mayoría absoluta de 289 escaños, pero sí superar en apoyos a la coalición de izquierdas del Nuevo Frente Popular (NFP), que es la primera fuerza de la Asamblea con 193 diputados.
Los partidos de esta última alianza -integrada por el Partido Socialista (PS), los ecologistas, La Francia Insumisa (LFI) y el Partido Comunista francés- han clamado contra la decisión de Macron, que tachan "de robo electoral", de "negación de la democracia" y de "corte de mangas" a la voluntad de cambio que los franceses expresaron en las urnas.
"Michel Barnier no tiene legitimidad política ni republicana. Esta gravísima situación es inaceptable para nosotros, los demócratas", sintetizó el Partido Socialista en un comunicado en el que avanzó que, al igual que el resto de sus socios del NFP, buscará tumbar al nuevo primer ministro a través de mociones de censura parlamentarias.
La izquierda critica con mucha dureza no solo el haber sido descartada para gobernar, sino que con esta decisión la llave de la continuidad del nuevo Gobierno estará paradójicamente en manos de la extrema derecha de Marine Le Pen, cuyo avance apenas logró contenerse a través de un cordón sanitario y una fuerte movilización el 7 de julio pasado.
De hecho, Macron había ordenado la disolución de la Asamblea precisamente a raíz del triunfo de la formación ultra en las pasadas elecciones europeas del 9 de junio.
"Es la negación de la voluntad del pueblo francés", lamentó el líder izquierdista Jean-Luc Mélenchon, fundador de LFI, tras haber remarcado que Barnier asciende al poder "con el permiso y quizás la sugerencia" de la extrema derecha.
Le Pen ya había sido la clave para descartar ayer las otras dos grandes opciones que había barajado Macron, el conservador Xavier Bertrand y el exsocialista Bernard Cazeneuve, después de advertir de que los 142 diputados de la Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés) y sus socios se sumarían a mociones de censura contra ellos.
Con Barnier, sin embargo, el RN ha manifestado que esperarán a que presente su programa al Parlamento.
"Esperaremos al discurso de política general", señaló Le Pen este jueves en declaraciones a la prensa.
La líder del RN ha planteado exigencias concretas, como que se respete a su electorado (es decir, que se abandone el cordón sanitario a su partido) y que el nuevo primer ministro se implique en una reforma electoral para cambiar el sistema mayoritario actual por uno proporcional, algo que beneficiaría al RN.
En su primer discurso en Matignon, Barnier pareció recoger en parte ese guante al asegurar que su Gobierno tendrá "respeto" hacia todas las formaciones políticas.
"Y digo bien, todas las fuerzas políticas", recalcó.
Además, al enumerar las que serán las prioridades de su mandato, hizo mención a varios de los asuntos que Le Pen había listado como condición para evitar la censura.
En concreto, habló de la necesidad de mejorar la "seguridad" y de "controlar la inmigración", dos temas que la formación de extrema derecha considera prioritarios.
A eso añadió otras áreas de trabajo, como decir la verdad sobre la "deuda financiera y ecológica", mejorar el empleo y el poder adquisitivo de los franceses o aumentar la influencia de Francia en Europa.