uién soy yo, pobre de mí, para hacer premoniciones, adivinaciones, elucubraciones., sobre futuribles influenciados por múltiples posibles condicionantes? Pero, contando con las acusadas limitaciones, creo que no está de más intentar crear y aguzar en el pensante una idea general–que creo ya está muy extendida “en nuestros mundos”– de observación y de responsabilidad y de aplicación de medidas en su casa, respecto de lo que entendemos como futuras generaciones, a lo que podría añadir, y sus circunstancias.- Desde Sócrates a Kant y desde Pastor Díaz, H. Jonas a Luter King o Mandela, por poner destacadísimos ejemplos, se ha venido estudiando y trabajando para mejorar la sico-filosofia y el entramado humano, junto al medio natural de su desarrollo, con la positiva finalidad de alcanzar las más adecuadas circunstancias para el más óptimo desarrollo humano, desde lo presente hacia el porvenir. Y bienvenidos hayan sido aquellos desvelos pues, seguramente, sus aportaciones condujeron a la Humanidad a insospechadas positividades en el devenir de su evolución. Es verdad que ésta, la Humanidad entera, sufrió a la vez y es rehén de “cerebros descerebrados”, sean caínes, nerones, putines y otros tantos! qué triste y lamentablemente son losas inexpugnables, alambradas de sangre y de sufrimiento para el resto de los mortales. De ahí la trascendental importancia en la búsqueda y la consecución de senderitos que, aun bordeando simas, nos conduzcan a “llanadas” de bienestar y de PAZ. Pues bien, esto último es lo que, con la decisión y el esfuerzo necesarios, es preciso acabar de darle forma e impulsar con la firmeza y el ímpetu necesarios, convencidos de que sectores y políticos de “nuestros mundos” se hallan persuadidos de ese afán que, como digo, hay que agrandar y consolidar. Cada sociedad, cada generación, son el resultado de la suma de los valores y los esfuerzos, los desvíos y los fracasos, de cada uno de sus componentes; Cada Pueblo del futuro heredará, para bien o para mal, lo que sus antecesores inmediatos y ancestros les hayan transmitido; a su vez, la valla o la inútil dejadez de cada individuo, será, en reciprocidad, la de su propia sociedad, de ahí el cuidado en elegir correctamente lo que se debe hacer y lo que se ha de evitar; no culpándonos unos a otros –como ahora mismo ocurre con las opiniones y modos de actuar o no actuar en las consecuencias de la catástrofe de Valencia–, sino poniendo cada uno de su parte y solidariamente, cuánto desde un punto de vista inteligente y de equilibrio, esté a su alcance. Pues no cabe culpar a nuestros padres de nuestro sufrimiento o nuestro bienestar por el hecho de que no les hayamos pedido que nos trajeran a este “Valle de lágrimas”, ni nuestros hijos a nosotros por lo mismo. La reproducción en toda la biología, va a seguir produciéndose, con o sin la petición o la autorización nuestra. Incluso en lo que entendemos como inerte y en el universo entero; pues así está establecido: hasta las supernovas y los agujeros negros así nos lo demuestran. Ahora bien, que esas biologías discurran en naturalezas hostiles o fragantes, va a depender, como es notorio y demostrado, no sólo -que mucho también- de nuestra previsión, cautela, obra, sino principalmente de fenómenos casi universales, (en nuestro caso astrales y más del astrorey concretamente), que inexorablemente van a seguir produciéndose con sus efectos inequívocos a las tales formas de vida en cuestión. (Me viene a la memoria aquella expresión tan manida de “A Dios rogando, y con el mazo dando”). Pues, eso tenemos que hacer.
Seguirán las poblaciones diseminadas, diversas, con avenencias, fricciones. También las naturalezas, ojalá no devastadas, por nuestras tercas acciones. Mas, lo que no impediremos –orden de cosmogonías– que se derritan los hielos milenarios de los polos, cambien las temperaturas, formas de vivir otroras. O que los climas, diré sus repercusiones, alteren fisonomías, ¡pido no devastadoras!, en los mares y las tierras, cumbres, desiertos y valles, sus pobladores... Pues que si vino ocurriendo en este nuestro globito, en magnitudes y formas diversas, desde hace unos cuatro mil quinientos millones de años –al parecer– habremos de admitir que otro tanto tiempo, (mañana mismo), nos espera, no sé yo, si para una contracción, un estallido, o que tipo de transformación. Otra frase manida “Que Dios nos coja confesados”.
Pero que no nos cieguen e inmovilicen estas cifras; hagamos las cosas bien con vista al futuro incierto. Así sea. Deseando nos ocupemos y preocupemos todos por el porvenir de las generaciones