Los fines de semana soy un periodista bastante descuidado. Tanto es así que me pilló sorprendido, como a millones de españoles, comprobar que, en uno de los actos culturales más importantes de Europa de este primer cuarto de siglo –el final de la restauración de la catedral de Notre Dame– no hubiera ninguna representación española: ni el Rey, ni el presidente del Gobierno, ni el ministro de Asuntos Exteriores, ni el ministro de Cultura.
El Rey no puede acudir a ningún acto oficial fuera de nuestras fronteras, sin el permiso del Gobierno. Sospecho que en el Gobierno no dieron el permiso. En todos los gobiernos anteriores, el Rey siempre es acompañado por un ministro, que actúa de ministro de jornada, pero este Gobierno es tan progresista, que si el Rey representa a España en la toma de posesión de un mandatario que no es suficientemente progresista, acude solo, no sea que los ministros progresistas tengan que ser atendidos en urgencias por tener que dar la mano a alguien de derechas.
También estaba invitado el ministro de Cultura, pero alegó que tenía un compromiso anterior, parecen que asistió a una sesión de circo. A mí el circo me produce mucho respeto, confieso que más que el ministro de Cultura, y sobre todo los payasos, que vienen del antiguo Egipto. Pero, claro, una cosa es el payaso dentro del circo y, otra, hacer el payaso en un acontecimiento como la reapertura de la catedral de Notre Dame.
Ya sabemos que al ministro de Cultura no le gustan los toros, y parece que tampoco le gustan las catedrales. A lo mejor es más de Ikea y del pladur. O puede que se enterara de que se iba a celebrar una misa, y un ministro, laico y progresista, no se rebaja a eso. Bueno, si fuera mezquita, mostraría su comprensión democrática, pero es que los que construyeron la catedral, entre los siglos XII y XIV, trabajaron mucho más de 42 horas semanales y eso a, su jefa, Yolanda Díaz, le produce un inmenso rechazo.
Hay que advertirles que los que construyeron las Pirámides, en Egipto, eran esclavos, pero bueno, el progresismo se abre otras religiones que no sean las retrógradas cristianas.
Todos los países más importantes del mundo estuvieron en París. España no acudió. Al Gobierno no le gustan las catedrales. Ni los toros.