Que soledad más sola

Qué placer tan inmenso debe esconde el poder, cuando, quien lo toca se niega a soltarlo. Así lo demostró el expresidente valenciano Francisco Camps quien, tras quince años de pelear en los tribunales por varias cuentas pendientes, ha sido absuelto. Lo celebró en su tierra y rodeado de viejas glorias de su época que también han conocido los juzgados. Nadie, absolutamente nadie, de la nueva dirección del PP. Ni de Valencia, ni de Madrid, y eso que se habían cursado las invitaciones.


En una terraza frente al mar, y rodeado de fieles que habían pagado su ágape, intervino para recordar su interés en volver a ser alguien dentro de sus filas y como su mandato al frente de la Generalitat trajo riqueza a su tierra. No mencionó el incómodo tema de sus trajes, ni sus conversaciones telefónicas con los dirigentes de la Gurtel en términos de estrecho cariño.


Quiere volver, se ve rehabilitado y con fuerzas. Obviando a su compañero de partido y actual presidente valenciano, Carlos Mazón, que no acudió al acto, habló de su época como la de los grandes logros que hay que recuperar. En Génova silencio y oídos sordos. La compañía que el quería ese día le dio la espalda demostrando que es difícil volver.


Es como si Chaves o Griñan, también rehabilitados por el Constitucional, aspirarán a volver al palacio de San Telmo. En este país tenemos muy mala memoria, pero hay historias políticas sobre las que conviene que sus personajes pasen página y disfruten de la jubilación y el olvido.


Porque habrá un buen número de ciudadanos que, pillados in fraganti robando en un super, han pagado su delito y piensen que contra la clase política siempre faltan pruebas que le suponga una condena. La política valenciana en la época de Camps y Rita Barbera tuvo, mal que le pese a Camps, más sombras que luces, demasiados implicados, amistades peligrosas y despilfarro del dinero público. Barbera murió y ahora se intenta dignificar su memoria.


Pero Camps quiere volver al poder y el PP hace muy bien en mirar para otro lado. La absolución no borra la historia y los partidos deben dibujar de forma nítida lo que no volverá a suceder. Y recordar que, en esta Europa de la que formamos parte, los partidos desaparecen cuando los votantes hartos de corrupción nunca vuelven a confiar en sus siglas. Sin ir más lejos, en Gran Bretaña, Rishi Sunak ha pagado las corruptelas de Boris Johnson, y los conservadores han sufrido la peor derrota de su historia.

Que soledad más sola

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