Los meses de descanso, las vacaciones o el cambio de hábitos pueden ocasionar malestar en aquellas personas con dificultad para “parar”. El valor de la productividad o el pensamiento de que mientras más hacemos, más somos, se resisten ante el ocio.
Además, la temporada estival puede generar problemas entre el círculo más cercano y con el que se comparte más tiempo. Diferentes gustos o la culpabilidad después de rechazar algún plan aparecen como ejes de conflicto con los demás y uno mismo.
La psicóloga Lucía López explica cómo gestionar estas situaciones y afrontar desde la perspectiva de la salud mental el verano y la vuelta a la rutina.
El verano es una época de planes y a veces falta de rutina ¿Cómo puede afectar esto en la salud mental? ¿A qué tipo de personas le puede costar más afrontar esta temporada estival?
Las rutinas son necesarias pues nos dan sensación de control ante tanta incertidumbre. Necesitamos anticipar qué pasará y las rutinas diarias nos ayudan a ir manejándonos con ello. En cambio, cuanto menos control sintamos en nuestra vida o más nos desregulemos emocionalmente ante su falta, más probable es que nuestra rutina sea rígida y tengamos más miedo a perderla. Si esto ocurre, es posible que nos angustie la época estival donde la rutina cambia.
Sin embargo, es tan importante construir una rutina como poder ser flexibles y disfrutar cuando nos la saltamos o la cambiamos. Quizás ocurre que pasamos de "todo a nada" de forma muy brusca, cuando lo saludable podría pasar, por una parte, porque en verano pudiésemos tener otra rutina diferente, que nos siente bien, aunque sea distinta a la de cuando no estamos de vacaciones. Por otra parte, que en invierno también podamos disfrutar de tiempo sin planificar e ir escuchando nuestras necesidades. A veces pasa que asociamos rutina a obligaciones, cuando también existe la posibilidad de incluir en nuestros hábitos diarios cosas que deseamos, que nos sientan bien o con las que disfrutamos.
Rechazar planes en verano puede hacernos sentir mal ¿Cómo gestionarlo?
Es normal que nos sintamos culpables si rechazamos planes en esta época y, a su vez, es muy legítimo que deseemos rechazarlos. Cómo gestionar esto va a depender de cómo nos manejemos con la culpa. Es importante comprender qué nos hace sentir culpables. ¿Son las expectativas de las demás, su insistencia, nuestro deseo de complacer, la sensación de que nos perdemos algo o de que no estamos aprovechando el tiempo?
Sea lo que sea, puede ser interesante acudir a espacios (en otras relaciones o con nosotras mismas) donde nuestras necesidades sean escuchadas y validadas.
Pasar más tiempo con la familia o pareja en verano puede acarrear más conflictos ¿Qué hacer si el círculo cercano no disfruta de los mismos planes?
Efectivamente, cuanta más convivencia, más tiempo compartido, más decisiones conjuntas y más roces pueden surgir. Además, en general, tenemos una tendencia a evitar los conflictos, se nos acumulan y de pronto salen a flote cuando paramos.
Considero fundamental poder anticiparnos y pensar previamente cómo queremos que sean nuestras vacaciones. ¿Qué necesito? ¿Y qué necesitamos como familia o como pareja? Puede que estas necesidades no coincidan o que no disfrutemos de las mismas cosas. Entonces habrá que llegar a acuerdos y negociaciones, teniendo en cuenta siempre las renuncias que cada parte hace y qué implicaciones tiene esto para la salud de la relación.
Algo que además no solemos incluir en nuestro plan son momentos de soledad y me parece imprescindible para reconectar con una misma en una época donde hay tanta conexión hacia fuera.
Y para aquellos acostumbrados a “no parar” ¿Cómo implementar el ocio sin sentirse culpables?
Ese "no parar" está cumpliendo una función y saber "para qué no paro" requiere de un nivel de consciencia al que muchas veces no podamos llegar solas. Requiere de trabajo terapéutico. Darnos permiso para disfrutar es común que vaya acompañado de sentimiento de culpa porque nuestra necesidad de placer suele ser negada en familia y en sociedad, y ahora ese "no lo merezco" forma parte de nuestro diálogo interno. No se trata de librarnos de la culpa, sino de verla, comprenderla y saber que puede coexistir con el deseo de disfrutarnos.
Prepararse para el inicio de un nuevo curso o la vuelta de vacaciones ¿Es posible sin angustia o morriña?
Eso va a depender de con qué nos conecte comenzar o volver de las vacaciones. Hay personas que sienten angustia cuando no tienen nada que hacer porque eso implica conectar con su mundo interno. En cambio, hay personas que están muy insatisfechas con sus vidas y volver a ellas les resulta devastador.
Este tema daría para mucho, pero creo que, en general, cuantos más asuntos propios tengamos resueltos, más fácil será elaborar cualquier duelo, incluido el de perder la rutina. También pienso que, si ponemos todos los huevos en la misma cesta, en este caso, nuestra felicidad en el verano o las vacaciones, corremos el riesgo de ser infelices.
Es normal que nos cueste hacernos cargo de nuestras necesidades y deseos, pero lo más saludable es que, en la medida en que podamos, vayamos incorporándolos a nuestra vida cotidiana, y no solo en una época del año. Entre otras cosas porque corremos el riesgo de llegar a ella tan "quemadas" que apenas nos quede energía para disfrutar.