En el Ferrol del último tercio del siglo XX, en el Ferrol bullicioso y reinvidicativo, en el Ferrol que todavía creía en su futuro, el OAR era el reflejo de todas las aspiraciones de una ciudad. También lo fue de su ocaso, de su letargo, de su inanición. Porque el OAR, para los ferrolanos, fue siempre más que un club, más que simple deporte. Era, y para muchos –a tenor de lo vivido ayer en Punta Arnela– todavía es, un sentimiento arraigado en “una tierra de baloncesto”.
Ferrol tenía una deuda pendiente desde hacía tiempo con el OAR; con todos los que, con Juan Fernández a la cabeza, dieron forma a aquella pequeña gran locura; con los jugadores que hicieron suya la camiseta verdiblanca y la propia ciudad; con las generaciones de niños y jóvenes que se empaparon de baloncesto en Punta Arnela y A Malata. Ayer, esa deuda quedó saldada.
Las más de dos décadas que han pasado desde la precipitada desaparición del club ha sido tiempo suficiente para restañarse las heridas y mirar al pasado con más nostalgia que amargura. Por eso, la convocatoria que desde la vieja guardia del oarismo se lanzó bajo el lema “Nacidos en tierra de baloncesto” se convirtió, ante todo, en una fiesta popular. Una reunión de viejos compañeros, un reencuentro familiar, un pretexto para desempolvar fotos, bufandas, camisetas y recuerdos y disfrutar de una tarde con los amigos.
Cuatro horas en las que Punta Arnela se trasladó varias décadas atrás para recibir a un sin fin de jugadores que vistieron la elástica del OAR en distintas épocas. Arturo Corts, Javi Vallejo, Manuel Álvarez Saldaña, Anicet Lavodrama, Miguel Loureiro, Ricardo Aldrey, Alberto Abalde, Miguel Juane, Manolo Aller, José Luis Ferreira, Miguel Piñeiro... imposible nombrarlos a todos, porque fueron muchos, los que ya fuese de corto, para reverdecer viejos laureles sobre la cancha, o en un discreto segundo plano quisieron aprovechar esa oportunidad de abrazarse tantos años después.
También técnicos, como Ricardo Hevia o Javi Lorenzo; directivos, como Tomás Blanco, Paco Rodríguez o un emocionado Juan Fernández, auténtico cerebro y corazón de aquel proyecto; representantes del baloncesto gallego como Calvelo , Julio Jiménez, Coque Rama o el entrenador Pepe Casal, que dirigió a los veteranos del Obradoiro. El histórico colegiado Vicente Sanchís, fue encargado de poner a golpe de silbato orden sobre la pista en un partido de veteranos que, casi treinta años después, permitió que Ferrol volviese a ver jugar al OAR. Una delicia.
Lavodrama, que no ha perdido un ápice de aquel “halo” que lo convirtió en ídolo y referencia en el baloncesto español, había ejercido minutos antes, junto con Arturo Corts, de maestro de ceremonias del único acto institucional de la tarde, el descubrimiento de una placa que desde ayer recordará que en el pabellón número 5 de Punta Arnela se gestó la ilusión de toda una ciudad. Y, entonces, sonó, no podía ser de otra forma: “Arroz con chícharos, patacas novas, repolo de Betanzos e máis cebolas” l