María Novo Villaverde –Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación, Catedrática Unesco de Educación Ambiental y Desarrollo Sostenible, consultora internacional para este organismo, profesora en la UNED, autora de varios libros e investigadora en más de una veintena de proyectos, entre otras cosas– fue la encargada de inaugurar el curso de verano “Usos do tempo e vida sostible” que ayer comenzó en el campus de Ferrol. Su conferencia, convertida en “un alegato contra la prisa y la aceleración” a las que están sometidas las sociedades denominadas desarrolladas, invitó a la reflexión sobre la relación entre los usos del tiempo y la consecución de una vida sostenible. Unas horas antes de su intervención, compartió sus ideas con este periódico.
¿Qué relación existe entre la forma en que usamos el tiempo y la sostenibilidad de nuestras sociedades?
Actualmente tenemos una enorme crisis ambiental y no es porque usemos los recursos de la naturaleza, que están ahí para ser usados, sino porque los usamos a más velocidad de lo que la naturaleza puede reponerlos. Y tampoco es porque contaminemos, sino porque contaminamos a más velocidad de lo que la naturaleza puede regenerarse. Entonces, escondido en el corazón de la insosteniblidad de nuestras formas de vida, está el problema de los ritmos, del tiempo, de cómo usamos del tiempo. Actuamos a una velocidad un millón de veces mayor que la naturaleza, ese es nuestro problema.
Esto en el terreno medioambiental, pero usted también se refiere al socio-político y personal. ¿Cómo influye en estos casos la manera de emplear el tiempo?
En el ámbito socio-político, considero que la democracia también necesita tiempo; para ser participativa necesita que los ciudadanos tengan sosiego, tiempo, puedan ejercer una actitud crítica, puedan participar, y todo eso ahora mismo lo pueden hacer solamente las personas jubiladas, pero la gente que está en activo lo tiene muy difícil y todo por la obsesión que se ha introducido en nuestras sociedades por la productividad, que no contempla la vida del individuo, solo contempla la vida del mercado.
¿Y en el plano personal?
Estamos orientando nuestras vidas personales de una forma en la cual todo está regido por la prisa, parece que hay que estar siempre moviéndose, yendo lejos, que no podemos pasar las vacaciones en una playa cerca de casa, que hay que marcharse lejos..., y todo este modelo no nos hace más felices, lo único que nos tiene es sin sosiego, y siempre agitados. Hay que reflexionar también sobre la diferencia entre el Producto Interno Bruto (PIB) que es lo que rige nuestas vidas y el indicador que se usa en algunas sociedades que están consideradas desde luego más felices que la nuestra, aunque tengan menos cosas, que es el Índice de Felicidad Interna Bruta, que se mide de acuerdo con la calidad de vida de una sociedad, y para el PIB solo usamos los parámetros del mercado.
¿Qué consejos daría para poder revertir estas dinámicas en busca de una mayor calidad de vida?
Hay claves que a mí por lo menos me han dado resultado y que son fáciles de aplicar. La primera es aprender a decir no, y eso es muy importante porque tenemos un ego que cada vez que nos ofrecen algo o nos dicen que hagamos algo nos sentimos muy halagados, y vamos corriendo detrás de las cosas, y hay que aprender a decir no. La segunda, relacionada con el consumismo, es hacernos la pregunta de cuánto es suficiente en todos los órdenes de la vida. A lo mejor es suficiente que no hagamos tantas cosas y las que hagamos las disfrutemos. Y la tercera cuestión, que es muy importante, es el modelo de éxito que tienen nuestras sociedades; estamos empapados de un modelo de éxito que consiste en tener coches más grandes, dinero aunque no se sepa muy bien cómo se gana, escalar un puesto profesional muy alto... y hay otra forma de vivir el éxito mucho más sosegada y tranquila.
¿Se hace peor uso del tiempo en España que en otros países del entorno europeo?
Nosotros tenemos una ventaja con respecto al resto de Europa, que es que manejamos el tipo de vida mediterráneo, que es una vida de estar mucho en la calle, de confraternizar, y esto es muy positivo. Nuestra forma de vida mediterránea es muy interesante en este sentido y yo creo que además nos la envidian nuestros colegas europeos.
¿Y en cuanto a los horarios laborales?
Ahí es verdad que tenemos unos horarios terribles que dificultan mucho la vida familiar, la vida personal también. Aquí tenemos unos horarios terribles, porque a la gente les da las nueve de la noche trabajando, y los niños van por un lado y los padres por otro. No hemos cuidado la vida familiar. En el tema de horarios sí que necesitaríamos un replanteamiento. Y sin embargo tenemos una de las más bajas productividades de Europa y es porque las personas no podemos rendir tantísimas horas, es mejor trabajar menos horas pero con un rendimiento mayor.