Saltarse el protocolo es algo habitual en aquellos que tienen algo de poder. Así vimos como alcaldes, concejales, gerentes de hospitales (antes que los propios trabajadores de hospital), etc. etc. aprovecharon su posición para, hurtando vacunas, hacer uso de éstas para su consumo. Para nada pensaron que, de usarlas ellos, podrían causar un grave perjuicio a aquella persona de riesgo a la que se la hurtaron. Incluso, de muerte.
Pero, lo que no acabo de comprender, es como entre esas personas listas, aparecen Obispos. Porque, ellos que predican la bondad, la misericordia y el bien común; ellos que están en contacto directo con Dios a cuya diestra han de sentarse; ellos, que pregonan la omnipotencia, la omnipresencia, y todas las omnis que uno pueda pensar, corren el riesgo de no ser creíbles por sus propios feligreses, al adoptar para su supervivencia métodos mundanos. Porque, por ejemplo, la Omnipotencia, significa “poder absoluto”, sobre todas las cosas. Y en su actitud, se refleja la falta de confianza en esa Omnipotencia y deja en entredicho todo el mensaje pastoral que llevan a cabo desde tiempos inmemoriales, y nos da a entender que aquello de la misericordia con los más débiles, se queda en agua de borrajas. Y es una pena, porque el discurso había calado.