Uno de los grandes retos en salud es el de las resistencias a los antibióticos. Desde que hace casi un siglo se descubriera la penicilina, el uso de estos fármacos ha servido para salvar millones de vidas. Pero en los últimos años estamos encontrando que algunas bacterias han descubierto la forma de hacerse resistentes.
El abuso muchas veces de los antibióticos y también su uso inadecuado están ayudando a que aparezcan nuevas cepas de bacterias que sobreviven a los actuales antibióticos. Por ejemplo, al no completar el ciclo prescrito por los médicos. Es posible que nos sintamos mejor, pero la infección no haya sido eliminada del todo y queden bacterias que hayan aprendido a esquivar los antibióticos, generándose estas nuevas cepas superresistentes.
Pero ahora una investigación llevada a cabo por la Universidad Pompeu Fabra de Cataluña ha descubierto otro factor que no se había valorado hasta ahora. Y es que la convivencia de diferentes bacterias puede incidir también en la respuesta a los antibióticos.
Los investigadores han trabajado con dos bacterias: Bacillus subtilis y Escherichia coli. La primera es resistente a un derivado de la penicilina, la ampicilina, mientras que la segunda es sensible. Cuando las dos están juntas se produce un fenómeno extraño. La bacteria que podía sobrevivir muere y al revés. Resulta que Bacillus es tolerante al antibiótico porque lo inactiva y eso hace que la ampicilina no alcance el umbral necesario para matar a Escherichia. Esta segunda a su vez actúa como una esponja absorbiendo el antibiótico primero y luego expulsándolo, haciendo que el ambiente se vuelva más tóxico.
La forma en que se establecen las dosis necesarias de cada antibiótico se hace en laboratorio mediante pruebas aisladas de cada cepa de bacteria, un enfoque que este estudio parece demostrar ahora que no es del todo acertado. La mayoría de los estudios sobre resistencias se han centrado también en las mutaciones que permiten obtener resistencia genética. Pero ahora sabemos que también lo es estudiar el microambiente en el que viven las bacterias y que puede aportar otros mecanismos no genéticos relacionados con la supervivencia. Y quizás también ayudarnos a entender estas relaciones servirá para emplear organismos no patógenos que permitan sensibilizar a otras que si lo son.