Si la pandemia del coronavirus no había puesto lo suficiente a China en el punto de mira internacional que ahora anuncie su plan de control del clima es la gota que colma el vaso. Es de malo de esos que viven en un búnker y acarician un gato mientras observan en una pantalla gigante el caos que provocan. La siembra de nubes, que es lo que quiere hacer para que llueva más, no es nueva; incluso se ha hecho en España –suponemos que en Galicia no, que ya nos viene de serie–, pero no a este nivel, en más de cinco millones de kilómetros cuadrados. Suena a inicio de la próxima guerra mundial.