Hace meses una periodista de un grupo de comunicación nacional nos preguntó a varios marinos cómo se afronta en la mar el confinamiento. La entrevista se publicó en varios diarios.
En mi opinión -comenté- que el confinamiento de una persona refleja e incrementa su carácter. Un perfil tranquilo llevará la situación con calma y uno nervioso acabará más alterado pudiendo ser foco de problemas.
Comparando el confinamiento, al inicio de la pandemia con el que se vive en un buque, siendo dos situaciones similares, se afrontan de manera diferente, pero las claves de salir airosos son prácticamente las mismas.
Un psiquiatra amigo, dice que una buena práctica de salud mental es lograr pasar del estado de preocupación al de ocupación.
En el buque hay poco tiempo para aburrirse y es una ventaja; entre guardias de navegación, y otras ocupaciones, dependiendo del cargo, es difícil bajar de diez horas de trabajo, si a esta circunstancia le añadimos horas de sueño y comidas queda poco tiempo para preocuparse.
Es también fundamental, el orden, la disciplina, incluso la rutina, así como el liderazgo que ejerza un buen capitán.
Esto se puede trasladar al aislamiento en la propia casa. La estadística demuestra, viendo los picos de contagios cuando las medidas se relajan, que es una de las herramientas, no la única, para afrontar esta crisis. No deja de ser un sacrificio y no todos están dispuestos a llevarlo a cabo ahora que la solidaridad debe estar más presente que nunca.
Botellones, fiestas ilegales, mal uso de mascarillas son terreno abonado para el virus; el partícipe de un botellón suele compartir hogar con padres, hermanos e incluso abuelos.
La displicencia en España, Europa y el mundo occidental son noticia diaria, una insolidaridad que cuesta reconducir, quizás por la propia educación que hoy en día tiende a arrinconar la cultura del esfuerzo y la necesidad de una mínima disciplina.
Por lo contrario, las medidas y el cumplimiento de normas que hemos visto en los países asiáticos son una lección a seguir; remitámonos a resultados.
En la cultura occidental entendamos que la disciplina y la norma, más en un caso de emergencia, no es una disminución de libertades y sí una lucha común y solidaria.
SÍ en la mar, el liderazgo del capitán es fundamental, en la sociedad lo es el de los políticos y gobernantes; aunque siendo sensatos, en estos momentos no vamos sobrados precisamente de líderes en la clase política.
El líder toma decisiones, asume errores, explica y no engaña, aúna esfuerzos y piensa en el conjunto, no en su propia conveniencia.