Juan Perdiguero (Madrid,1963), catedrático de dibujo en la Facultad de Artes Visuales de Nueva York, en el campus de Oswego, con una amplia trayectoria expositiva y numerosos galardones en su haber, trae a la galería Moretart su muestra “Rostros virales” o “Viral faces”, cuyo tema es la particular fisonomía de la cara humana, si bien la presencia de dos rostros de animales nos retrotrae a su exposición “Gravity” de 2018 que buscaba indagar en las emociones del perro, poniendo, de algún modo, un hilo conductor entre su psicología y la nuestra. También ahora, la agrandada faz de un felino y de un orangután establecen un contrapunto que los humaniza con los retratos de las personas, pues sus gestos y su expresiva mirada parecen expresar el mismo asombro y desconcierto, la misma pregunta que advertimos en los rostros humanos. Los retratados son jóvenes de ambos sexos que representa, casi sin excepción, de forma frontal y hierática, en enfoques muy agrandados y con una expresión de reconcentrada seriedad, no exenta de melancolía, incluso de tristeza, como si estuviesen atrapados en indagaciones irresolubles sobre su ser o sobre su futuro. Como los antiguos daguerrotipos, van envueltos en tonalidades tierra sombra, lo que se puede interpretar como una metáfora de su ineludible condición terrenal y de la inquietud que esta genera inevitablemente. A esta sensación contribuye la particular técnica utilizada por Perdiguero que consiste en la combinación de óleo, tintas de grabado y aceite de linaza, lo que produce una dispersión de escurridizas manchas de formas acuosas que vagan sobre los rostros, como si su piel hubiese sido tocada por alguna flotante plaga. Por tratarse de rostros jóvenes, la sensación es más inquietante y transmite la idea de amenazas o de epidemias (como la antigua de la viruela) que no respetan nada, ni tampoco la belleza . También se pueden leer como avisos de penalidades, no sólo físicas, sino también psíquicas de las que nadie está libre, por muy joven que sea. Pasan así flotantes las pertinaces máculas dejando un halo bajo los ojos, como en “Humana 14”; tiznando las mejillas y la frente, como en “Humana 13”; escurriéndose a la manera de sucia lluvia, tal como sucede en “Viral Face 16”; imprimiendo una trama sobre toda la piel, como en ”Viral Gaze 2”; o regueros negros semejantes a retorcidos surcos, como en “Mujer Chile 1”. Digamos que las manchas se hacen virales (como se dice hoy de los mensajes que se multiplican), apelando en su terca insistencia a lo inevitable del mal y a sus informes configuraciones. La muestra puede, pues, leerse como una metáfora de la condición humana sujeta a toda clase de flujos y amenazas y, hoy más que nunca, a todos esas que viajan por las redes sociales, libres, imparables, tintándonos, inevitablemente, con sus polutas emanaciones. Un aura oscura, como en el tenebrismo barroco, circula sobre estos personajes que, pese a estar representados de modo realista, aparecen velados por formas abstractas de configuración libre, como en el informalismo.