Narran que una jueza otorgó la custodia de un menor a su padre y se la retiró a la madre argumentando que ella vivía en la Galicia profunda, Muros, y él en una ciudad cosmopolita, Marbell@. Tal desatino en el destino de lo justo y el consensuado sinsentido que es la justicia nos ha dolido y nos hemos lanzado a reivindicar nuestra querida tierra, y lo hemos hecho bajo la premisa de amar la Galicia profunda, adornando la frase con imágenes de algún rincón hermoso de una tierra amable e irremediablemente plegada al dédalo de belleza de su profunda geografía.
La reacción es una ternura que nos supera en el mero afán de gritar, a lo gallego, me duele esa afirmación, y cuando digo a lo gallego digo, con fina ironía y comedida expresión, como debe ser, porque de nosotros no es que no se sepa si subimos o bajamos la escalera, es que la ensanchamos hasta el infinito en el vivo afán de que unos y otros puedan subir y bajar a su libre elección. Y que si respondemos con una pregunta no es por evadir la respuesta sino para concedernos tiempo en la ardua tarea de hacerlo, disposición con la que no todos son cuidadosos pese a ser el mayor cuidado que nos debemos y que ha de ser, por tanto, la cabal filosofía de quien, como el gallego, pregunta con vehemencia y responde con criterio.
La profundidad de Galicia es una hermosa evidencia, tanto que es quien de verdad, y al margen de jueces necios y necias sentencias, le hace justicia.