Vivir en unas comarcas que se han dedicado desde hace siglos a trabajar en el mar ha hecho que durante mucho tiempo se viese la costa únicamente como un motor económico. Un lugar donde mariscar, faenar, embarcarse en un buque militar o construirlo. Sin embargo, ahora la ría se ha convertido en un espacio también para el ocio.
En “Ferrolterra, onde dá a volta o mar”, la exposición con la que Diario de Ferrol ha celebrado sus 25 años en las comarcas y que se acaba formalmente este lunes en la plaza de Armas, la penúltima de las caras que se visitan es “Unhas rías para vivilas”, donde se reflexiona sobre esta otra vertiente.
En primer lugar, la ría se ha abierto a los deportes náuticos. Las traineras pintan estelas en el canal, saliendo de los clubes de remo que salpican los municipios de Ferrolterra, al igual que los barcos de vela. Las regatas y los entrenamientos son una estampa ya habitual.
Asimismo, los pantalanes y puertos deportivos se han multiplicado para dar atraque a las nuevas embarcaciones de recreo que han ido proliferando. Hacerse a la mar en un día soleado e incluso fondear en alguna cala es un placer que cada vez está al alcance de más gente.
Pero para los que no tienen esa suerte, resiste estoicamente la lancha de Mugardos. Hace décadas que el resto de líneas que unían los diferentes puertos no funcionan e incluso el trayecto con la villa mugardesa se reduce al verano, pero los paseos entre castillos son un pequeño gran lujo al que nadie se puede resistir.
Sin embargo, la ría es también memoria. De las gentes que la vivieron y las edificaciones que la perfilaron. Lugares como el dique de mareas de A Cabana, que es un patrimonio único, o fábricas históricas como la Pysbe.
Esta industria del bacalao asentada en Curuxeiras se recuerda anualmente con unas jornadas en las que se pone en valor su historia, su plantilla y también la gastronomía que nos legó.