Es un fenómeno que hace décadas nos habría parecido la mar de extraño. Que la ciudad crezca, en otro momento sería sinónimo del aumento proporcional de los templos de culto. Pero, en los tiempos que corren, ocurre lo contrario. La ciudad es cada vez más grande, pero las parroquias no aumentan, incluso varias tienen que ser atendidas por el mismo párroco.