Pasear estos días junto al jardín de San Carlos es como un nuevo ejercicio de masoquismo coruñés. Es sufrir por sufrir, viendo cómo a los operarios no les queda más remedio que rebanar poco a poco el último olmedal de Europa. Es más doloroso si cabe el tener que esperar turno para poder pasar, ya que ante el riesgo de caída de ramas, los operarios se ven obligados a cortar el paso de manera intermitente.