Una cafetería cerrada que anunciaba los meses pasados el cartel de arrendamiento recibe a quien entra en la estación de autobuses. Los baños, unos pasos más adelante, están cerrados para el uso al público y después llega el largo pasillo para la bajada a la terminal donde se cogen los buses. Por el camino, solo uno de los locales comerciales con que cuenta la estación está abierto, el de alquiler de vehículos. Después, únicamente carteles de “se alquila”.
El panorama no es menos desolador al otro lado del pasillo, el de las taquillas de las empresas concesionarias de los autobuses. Arriva, que ocupa hasta cuatro ventanillas, tiene cerrado a cal y canto su servicio, mientras que Monbus atiende únicamente de lunes a viernes y en horario de mañana.
Los viajeros que quieren adquirir un billete deben hacerlo, pues, en el propio autobús, y además en metálico si no se dispone de bono metropolitano, ya que todavía no ha llegado al servicio la posibilidad, nada nueva por otro lado, de pagar con tarjeta. Al no poder comprar un billete físico, en el caso de tener la tarjeta Xente Nova, además, no tiene garantizado su asiento, ya que, si hay masificación, se atiende primero a los que tienen billete.
Los locales vacíos, el no poder hacer uso de los aseos de la planta principal, el cierre de las taquillas o la falta de personal para informar al viajero son quejas continuas de los visitantes que se sorprenden de la magnitud de las instalaciones y del nulo servicio que se presta. Quizás por eso, un cartel en una de las ventanillas lo deja claro: “Información y reclamaciones de la estación de autobuses, por favor diríjanse a su propietario (Xunta de Galicia)”.
A escasa distancia de la estación de autobuses, la de trenes vive una situación algo distinta y, con una mejor distribución y servicio, dispone, además de cafetería con terraza. Lo peor, en este caso, como señalan los escasos viajeros que suelen verse a diario en esta estación ferroviaria, “son los servicios, pero los de los trenes, que no los hay”.
Así las cosas, ambas instalaciones sobreviven en la ciudad cuando existe una apuesta generalizada del ciudadano por el transporte público que no se corresponde con el de las administraciones, tanto en instalaciones como en servicio de viajeros y de comunicación entre ciudades.
Tal vez por eso, Ferrol es la única de las ciudades gallegas que todavía no ha iniciado el camino hacia la intermodalidad. Concello y Xunta manifiestan ahora que están en disposición de ponerla en marcha, a expensas de un convenio a tres bandas, en el que el Gobierno central tiene también mucho que decir.
La estación “fantasma” de Ferrol pese a la escasa actividad no tiene unas instalaciones muy deterioradas, ya que han sido objeto de varias reformas en los últimos años.
Este mismo 2023, la Xunta invirtió 45.000 euros en la ejecución de trabajos que supusieron la mejora de la iluminación exterior, con la instalación de focos y reposición del alumbrado interior del edificio.
Las obras adecentaron también la zona del aparcamiento y la del taller y de las dársenas de la estación, además de una intervención en los baños de las instalaciones, tanto los de la planta baja como los de la superior, aunque no tienen uso diario.
Aunque se lleva hablando años de la futura estación intermodal, Ferrol todavía no ha dado el paso definitivo para poner en marcha este proyecto, que requiere del acuerdo entre Concello, Xunta y Gobierno. Los presupuestos del organismo autonómico para 2024 ya contemplan una partida en su texto económico de 0,12 millones para ese ejercicio y recogen otra de 0,35 millones en 2025. El Concello, como se señaló en la reciente reunión mantenida con el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, también está dispuesto a aportar su partida y poner en marcha este proyecto de estación intermodal del que se lleva años hablando.
El proyecto sobre el que trabajaba la Xunta y que se presentó en 2019 incluía un único edificio que alberga las dos terminales –bus y tren– El inmueble de la terminal de autobuses se situaría elevado sobre las dársenas, integrado en la edificación de la terminal del tren y a nivel con los andenes.
Contaría con casi 2.000 metros cuadrados construidos, que se distribuyen en distintas alturas, para albergar los servicios de taquillas de venta de billetes, consigna de equipajes y bicicletas, oficinas, aseos, información al viajero o cafetería. Además, dispondría de 14 dársenas, más cinco para estacionamiento adicional vehículos y de un espacio para parada de taxis y párking exprés. Se generarían 400 plazas de aparcamiento, 244 en superficie y 90 en la nueva avenida, además de entre 75 y 100 de estacionamiento privado en la intermodal.