“Soy un pintor que hace el esfuerzo de pintar como sabe y al que le va saliendo una pintura expresionista, pero ao seu xeito”, decía sobre sí mismo el ferrolano Ricardo Segura Torrella (Ferrol Vello, 2 octubre 1927 - O Inferniño, 17 marzo 2000), de cuya muerte se cumple un cuarto de siglo. Un tiempo que, sin embargo, no ha sido capaz de depositar ni una sola mota de polvo sobre una obra que sigue siendo actual y que, con el afán de remediarlo, todavía no ha encontrado la proyección que merece.
El Concello de Ferrol promovió este sábado el tradicional homenaje que los vecinos de su barrio le vienen brindando cada año, puntuales, teniendo en esta ocasión un halo de importancia mayor al tratarse de una efeméride redonda. Así, el Carvalho Calero abrió sus puertas en una lluviosa mañana para recordar al pintor, pero también a Ricardo, a la persona generosa y “retranqueira”.
El alcalde, José Manuel Rey Varela, presidió el homenaje junto al concejal de Cultura, José Antonio Ponte Far, y al presidente de la entidad vecinal del Ensanche A, Rafael Leira. Los tres precedieron con sus intervenciones al artista y profesor Suso Basterrechea, quien fue el “mejor discípulo” del pintor y se encargó de impartir la conferencia “Segura Torrella na historia da pintura ferrolá”. Junto a ellos, emocionadas, su hija Helena y sus nietas, Beatriz y Gabriela. Su viuda, Julia, no pudo estar presente físicamente, pero sí de corazón, y la Banda Ferrolá de Música puso el marco sonoro.
Ponte Far, que remata con el año Torrente para meterse en el de Segura Torrella, quiso en su intervención enumerar la “importancia” de Ricardo, tanto desde el punto de vista “humano, con la cantidad de vecinos que lo recuerdan”, como también artístico y comprometido con la cultura.
De hecho, ahora que está en ciernes la creación al fin de un espacio expositivo dedicado a la historia y el arte de la ciudad, recordó el edil que el homenajeado, “en los primeros momentos de la democracia, fue el que sacó la idea del Museo de Ferrol, junto a otros, y lograron hacerlo en los bajos del Banco de España [ahora biblioteca municipal], lo llamaron Bello Piñeiro; pero, por estas razones políticas que no se entienden, quedó en nada”.
Añadió además Ponte Far que este final agrio supuso una gran “frustración” para el pintor, “que había puesto mucho interés e incluso había hablado con artistas para que le cediesen obras”. Ahora, remarcó, “tenemos esta misma idea y a ver si la llevamos a buen puerto; él será una de las figuras importantes, pero antes, a ver si somos capaces de hacer una exposición antológica, que sería un acontecimiento cultural y un merecido homenaje”.
Leira habló en nombre de los vecinos, esos a los que saludaba siempre por la calle o con los que compartió más de un vino y una cantada. Recordó que Segura Torrella, que sí vivió para saber que una de las plazas de su barrio llevaba su nombre, bromeaba con el hecho de tener allí un “manolito”, su irónica forma de referirse a un busto que, en este caso, no llegó a ver, puesto que llegó en 2005.
Fue en 2001 cuando se le hizo el primer homenaje y así sucedió anualmente, faltando únicamente el año de la pandemia, por motivos obvios, lo que explica el cariño que siempre le han guardado a “un vecino que nos pertenece a todos”, valoró Leira, enumerando la “sencillez” de un artista al que, reivindicó, el Concello debería dedicarle un certamen de pintura “que perdure en el tiempo”.
Rey Varela tomó la palabra para hacer hincapié en que “Ferrol está presente de novo recordando a un ferrolán ilustre” que dejó una “pegada profunda na súa veciñanza” y que destacó como “un dos grandes pintores galegos do século XX”. Por todo ello, aplaudió que la ciudad dedique este año a recordarlo y a reconocerlo para no “esquecer o seu legado”.
Además, puso en valor que “tivo unha carreira en Madrid, pero volveu a este barrio, onde atopou inspiración, luz...” y dio paso a la ponencia de Basterrechea, al que ya invistió “comisario” de la muestra que permitirá al público reencontrarse con los trazos inquietos de Ricardo, elogiando al que fuera también su compañero de corporación: “Todos queremos moito a Suso, aporta moito”, dijo el regidor.
El profesor, por su parte, confesó “no merecer” los elogios y admitió “nervios” en un día en el que le tocaba transmitir, en primer lugar, el agradecimiento de su familia: “Julia, a súa compañeira de vida; Helena, a filla que seguiu a tradición artística”.
El “alumno predilecto” no defraudó en el inventario de matices del maestro: “Ao lado de Ricardo, todo era intenso”, dijo, repasando a una persona “de profunda cultura” que aprendió de Bello Piñeiro y de Sotomayor, que rompería con una Escuela Ferrolana si es que, a juicio de Basterrechea, hubiese llegado a existir.
Reconoció que era un maestro “perigoso” porque devoraba la personalidad pictórica de sus alumnos, algo de lo que era consciente él mismo, profetizando ante el Suso chaval que “un día me matarás y otro día me recuperarás”: “O único rancor que lle teño é que non fora máis ambicioso e marchara de Ferrol”, trasladó el ponente, despojado, por cierto, de papeles, hablando y sintiendo de memoria.
Se detuvo en su expresionismo, sus influencias, su “debuxo prodixioso, contundente”, y dijo de él que era “pintor de pintores” porque, aunque menos conocido para el gran público, sí fue un referente imprescindible para los artistas.
Paraguas en mano, el homenaje terminó donde está el busto que prácticamente donó el escultor ourensano Xosé Cid, tal y como recordaba José Manuel Couce Fraguela, exconcejal, que también quiso estar presente en la que se presume será la ofrenda floral más especial, la que supone el arranque de todo un año dedicado a Ricardo.