Empezó con los primeros muertos por disparos de los sublevados entre el 20 y el 25 de julio de 1936 y siguió hasta los asesinatos de Amador Rey y Daniel Niebla en las protestas obreras de marzo del 72 y de Moncho Reboiras en 1975. En esas cuatro décadas caben 900 personas muertas en Ferrol, Eume y Ortegal, víctimas directas de la represión franquista. Desde este sábado sus nombres están plasmados en un monumento en el parque Antón Varela de Canido, en una gran base sobre la que se levanta la imponente escultura que Manuel Patinha creó para encender la luz sobre el pasado y alumbrar el camino de la paz para los vivos, como él mismo explicaba.
La inauguración fue un acto multitudinario y emocionante, azotado por el viento y por la lluvia –las condiciones meteorológicas impidieron colocar una carpa amplia– y aun así acogedor, en el que los descendientes de las víctimas –sobre todo nietos y bisnietos– recordaron su historia portando fotos y algunos de ellos (Antonio Deza, María Isabel Serantes, María Jesús Armada, Ana Prados), en representación de las tres comarcas, explicaron la historia de dónde y cómo fueron asesinados y de las familias que dejaron atrás, que sufrieron también una represión que las privó de su sustento económico y las sometió a la humillación y a décadas de silencio.
“O réxime comezou matando e rematou do mesmo xeito, disparando impunemente sobre os fillos das clases medias e traballadoras”, explicaba el historiador Bernardo Máiz, miembro de la comisión que impulsó el memorial desde el año 2021. “Este é un acto de xustiza, de reconciliación de Ferrol consigo mesmo”, apuntaba el también historiador Xosé Manuel Suárez. Antonio Blanco y Anxo Ferreiro recordaron –con mención especial a Vicente Couce– el trayecto hasta llegar a la inauguración de un monumento que se convierte en “unha presenza visible no tempo para que nunca máis se repita tal atrocidade e impere a forza da palabra”. Ferreiro leyó el poema "Como pudemos viver", de Ricardo Carvalho Calero.
O réxime comezou matando e rematou do mesmo xeito, disparando impunemente sobre os fillos das clases medias e traballadoras
El mal tiempo complicó el descubrimiento de la escultura y la placa, en el que participaron los alcaldes de Ferrol, Narón, Pontedeume y Ortigueira en representación de las tres comarcas y Manuel Reboiras, Estefanía Pérez, Manuel Sardiña y Francisco Pita por parte de los familiares de las víctimas.
"En certo modo saldamos unha débeda histórica con milleiros de persoas que defenderon un compromisto vital: a democracia", apuntó Marián Ferreiro, regidora naronesa, en su intervención. Bernardo Fernández, alcalde eumés, habló también como bisnieto de un asesinado y quiso tener un reconocimiento "para o tecido asociativo memorístico, que traballades sen descanso", además de reclamar que las administraciones aporten recursos para continuar con las investigaciones. "A reconciliación é un proceso fundamental para o futuro dunha sociedade", remarcó el ortegano Valentín Calvín.
El alcalde ferrolano, José Manuel Rey, recordó en su intervención citas de Martin Luther King y Nelson Mandela, así como las últimas palabras escritas por Alexandre Bóveda antes de ser fusilado. Habló de conciliación y de reconciliación y de un acto y un monumento que son "un recoñecemento público ás vítimas", nombres detrás de los cuales "están tamén as familias, os soños e as ilusións".
El acto concluyó con una ofrenda floral en la que participó el público, que portaba claveles con los colores de la bandera republicana, y con la interpretación del himno gallego por parte del Toxos e Froles, que puso música al acto en diferentes momentos.
La exhumación de la fosa común del cementerio de O Val comenzará el 4 de marzo. Se realizarán dos o tres catas y se investigará también un nicho con el fin de encontrar los restos de 51 personas que se cree que pueden estar enterradas en este lugar. Todos ellos son marinos, represaliados del acorazado “España”, del vapor “Dómine” y del buque de transporte “Contramaestre Casado”. Estas labores las realizan profesionales del grupo Histagra de la Universidade de Santiago que en los meses previos han utilizado distintas tecnologías (como el georradar) para localizar el enterramiento.