Una web para poner en valor el pequeño comercio y la alimentación sostenible

Este proyecto es fruto de la colaboración entre cinco estudiantes de dos titulaciones del Campus Industrial de Ferrol
Una web para poner en valor el pequeño comercio y la alimentación sostenible
De izquierda a derecha: Diego Pérez, Irene Rodiles, Gabriel Pita y Clara Ventura que junto con Lydia Fernández representarán a la Universidade da Coruña I CEDIDA

Durante esta semana, los pasillos de la Universidade da Coruña (UDC) se llenaron de alumnos que intentaban encontrar el proyecto que les hiciera un hueco en Europa. Entre los más de cuarenta estudiantes que decidieron tomar parte en este proceso selectivo había cinco desconocidos que, apenas dos días más tarde, se hicieron con la victoria del Erasmus+ ImpactFinance y, como consecuencia, serán quienes representen a la UDC –única entidad española que participa en el certamen– en la actiidad final que, junto con delegaciones de Lituania, Grecia y Chipre tendrá lugar en abril. 


Así, Diego Pérez (Mallorca, 2006), Irene Rodiles (Santiago de Compostela, 2006), Gabriel Pita (Ferrol, 2000), Clara Ventura (Fene, 2003) y Lydia Fernandez (Ferrol, 2000) serán los encargados de hacer un viaje de más de 3.000 kilómetros para dar a conocer la web EcoRadar.

 

1 De mapa a interactivo a recetario colaborativo


“EcoRadar surge entre todos, a raíz de los problemas cotidianos conjuntos a los que no siempre les damos la importancia que tienen. Partimos del desperdicio de alimentos, una práctica demasiado habitual, y buscamos la forma de intentar reducirlo”, comenta Pita. 


Esta web –que no descarta convertirse en aplicación– “mapea los locales cercanos que te ofrecen productos de kilómetro 0, fomentando el comercio de barrio”, expone el ferrolano, pero es que, además, “cuenta con un apartado de recetas que permite conocer qué hacer con la fruta que está madura o con alimentos que piensas que ya no sirven”. En este apartado, que tiene un fuerte carácter interactivo, cada usuario de la plataforma tendrá la posibilidad de dar a conocer sus mejores platos para que así, de manera comunitaria, el disfrute esté al alcance de todos. 


A título personal, Ventura comenta que su iniciativa tiene una doble vertiente, puesto que “permite que nosotros estemos informados mientras generamos una base de conocimiento para otros”.


“La diversidad que existe a la hora de llevar una alimentación sana –bien sea por cuestiones como la celiaquía u otro tipo de intolerancias y alergias–, hace que sea una idea viable” en lo relativo al aprendizaje, sostiene Rodiles, ya que, aunque estas cuestiones no afecten de manera  directa, “sí que pueden estar presentes en nuestros círculos”.


Fernández va un paso más allá y hace referencia a un episodio como fue la pandemia del covid-19. Durante los meses en los que se decretaron cierres perimetrales “nos vimos obligados a fomentar el pequeño comercio”, ya que para algunos era imposible acudir a las grandes superficies. 


Ella considera que a pesar de que hay muchas opciones e información actualmente, “falta esa idea de aplicarlo”.


Pérez confiesa que, por su parte, “no lo veía tan claro”, pero que después de entrar en materia con sus compañeros, entendió la necesidad de “generar conciencia en cuestiones de alimentación sostenible”.

 

2 Un proyecto para público de entre 18 y 24 años


Dentro de los requisitos del programa en el que se engloba su proyecto se ponía un límite de edad –enfocado en la comunidad universitaria–, entre 18 y 24 años. “Lo más fácil y más sencillo es ir a grandes superficies, eso está claro, pero es porque queremos todo al momento”, comenta el grupo.


Esta “necesidad de inmediatez” se traduce en “obviar soluciones que son más rentables a largo plazo”, como puede ser el  hecho de ser cliente de un comercio local que informe de los productos de temporada, ya que “no todos los alimentos tendrían que estar disponibles todo el año”.


Además, tienen claro que es una propuesta que no solo tiene que ser beneficiosa para la comunidad estudiantil, sino que podría ayudar “a personas que no tengan muchos recursos”, explicaron en referencia al apartado en el que proponen diferentes menús que se pueden llevar a cabo con productos que se encuentran en una fecha cercana a su límite de consumo. La premisa está siempre clara, puesto que la idea es “aprovechar todo al máximo” y, en consecuencia, ahorrar.

 

3 Una apuesta firme por el comercio de barrio


“Aún falta mucho trabajo de concienciación. En general la gente sabe que el producto local es mejor, pero se desconocen cuestiones como el kilómetro 0 o la huella de carbono”, comentan.


“Estamos concienciados, pero tampoco al máximo. Está claro que aún falta acción”, aseguran, y es que en su página web se intenta precisamente esto: concienciar en base al fomento y puesta en valor del pequeño comercio, que además de tener un menor impacto en el medio ambiente, permite conocer de primera mano los procesos de cultivo, producción y procedencia de lo que se pone encima de la mesa.


Dentro de los retos a los que se enfrentaban en el proyecto europeo había un apartado destinado a minimizar todo tipo de residuos, en su caso los de la alimentación. La cercanía de las tiendas de barrio permite poder comprar una o dos piezas de un producto frente a las grandes superficies que, en ocasiones, establecen packs indivisibles de compra obligada.

 

4 La experiencia personal y el futuro viaje a Grecia


Los cinco miembros de este grupo califican la experiencia como “algo muy positivo, pues te hace salir de tu zona de confort al tener que interactuar con personas que no conoces y de las que puedes aprender mucho”.


Valoran, también, la capacidad de los estudiantes de Ferrol para “sentarse con desconocidos” que permite “conocer otra perspectiva, proveniente de otras titulaciones y que te genera una gran apertura de mente”, aseguran.


Dentro del grupo hay quien está lejos de casa, como Diego Pérez. El mallorquín asume entre risas cómo fue contar esta situación a su familia. “Bueno, me voy a Grecia”, con esa frase comenzó una larga conversación telefónica en la que tuvo que explicar hasta el menor entresijo del programa de Europa. 


En el caso de Lydia Fernández, que considera los proyectos europeos como “una gran oportunidad”, confiesa entre risas que en su casa se sintió orgullo aunque “la mayoría no tengan muy claro qué es lo que estamos haciendo”.


“Mi madre me llamaba cuando acabábamos las sesiones y, al ser tan intensas, siempre le decía que al día siguiente le contaba algo. Cuando ganamos llegué a casa y le expliqué todo, ella no sabía nada. Al principio no se lo creía”, comenta la de Compostela. 


En el caso de la de Fene, bromeó con su familia antes de salir hacia la última jornada del evento con un “imagínate que vuelvo con un viaje a Grecia”, y así lo quiso el jurado de este certamen.


“Aún estamos procesando que vamos a viajar a Grecia y si las sesiones en el Campus Industrial nos han aportado esto, el plano internacional puede ser maravilloso”, comenta Gabriel Pita. 


Ellos, que hasta el martes eran perfectos desconocidos –puesto que además de la diferencia de edad no todos comparten aulas o titulación–,  se encontraron “por casualidad” compartiendo ideas. 


Con una perspectiva más global, desde el lado de Relaciones Internacionales, se llegó al plano humano y financiero de la mano de la titulación de Relacións Laborais e Recursos Humanos. Así se creó una unión para generar un proyecto que pone en valor el consumo local, pero no solo eso, puesto que uno de los motores impulsores de su proyecto es el fomento del aprovechamiento.

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