Francia llega a las elecciones del domingo con un desempleo muy bajo y una recuperación económica tras la covid más rápida que sus vecinos inmediatos, aunque la deuda pública se ha disparado para financiar el estímulo para salir de las sucesivas crisis y para preservar una relativa paz social.
Una de las principales bazas electorales para la renovación del mandato del presidente saliente, Emmanuel Macron, es que al terminar 2021 el nivel del paro era, con un 7,4 %, el más bajo desde 2008, y la tasa de actividad, con un 73,5 %, la mayor desde que empezaron los registros en 1975.
Sus reformas para flexibilizar el mercado laboral, estimular la formación profesional y presentar una cara más amable hacia las empresas, con una rebaja masiva de los impuestos a la producción y otras más simbólicas con la supresión del Impuesto sobre la Fortuna (ISF), han hecho de Francia uno de los países más atractivos de Europa para la inversión.
MACRON PROMETE EL PLENO EMPLEO
Todo eso le permite ahora prometer el pleno empleo en caso de ser reelegido, pero también haber sido descalificado como "el presidente de los ricos" al comienzo de su mandato, una imagen que pesó mucho en la revuelta de los "chalecos amarillos" a finales de 2018 y comienzos de 2019, la peor crisis con la que ha tenido que lidiar.
Una crisis a la que respondió con un programa de medidas sociales -en particular el aumento del salario mínimo- de más de 10.000 millones de euros.
Recurrir de forma masiva a los fondos públicos -sobre todo a la deuda- fue la forma en que abordó el choque del coronavirus, en concertación con el resto del mundo occidental.
Desde el comienzo de la crisis de la covid y hasta finales de 2021, Francia gastó 140.000 millones de euros de dinero público con las medidas sanitarias (como las vacunas y los test) y sobre todo con las ayudas de urgencia a las empresas y las medidas de desempleo parcial (ERTES).
Una de las consecuencias de la aplicación de la regla del "cueste lo que cueste", según los términos utilizados por Macron, unida a la recesión económica sufrida en 2020, ha sido el fuerte aumento de la deuda pública, que pasó del 98 % del producto interior bruto (PIB) al finalizar 2019 al 112,9 % dos años más tarde.
Pero también es verdad que Francia ha sido uno de los países europeos que más rápidamente se ha recuperado: desde el final del verano de 2021, el PIB se situó por encima del que se registraba a finales de 2019, antes de que se manifestaran los efectos del covid.
LA ASIGNATURA PENDIENTE DEL DÉFICIT COMERCIAL
Otro de los grandes puntos negros del panorama económico que deja el quinquenio de Macron es el déficit comercial, que el pasado año fue de 84.700 millones de euros, y que no se puede atribuir únicamente a la factura energética por la compra de hidrocarburos.
El peso de Francia en las exportaciones mundiales ha caído del 6,3 % en 1990 a menos del 2,5 % en la actualidad.
Francia convive con ese déficit desde hace dos décadas pero se ha agravado en los últimos años y eso ilustra los problemas de competitividad de sus empresas, que han perdido cuota en el mercado internacional, sobre todo ante China.
Pero lo que es particularmente preocupante es que esa evolución ha sido peor que la de otros socios europeos como Alemania, España o Italia.
Macron ha entendido que reindustrializar del país es la gran asignatura pendiente y para intentar invertir la tendencia una de sus acciones ha sido disminuir el tipo del impuesto de sociedades (el que pagan las empresas por sus beneficios) del 33,3 % al inicio de su mandato al 25 % en 2022 y también los llamados impuestos de producción en 10.000 millones de euros en 2021.
Además, su Gobierno ha decidido acompañar con dinero público a las empresas que invierten en nuevas implantaciones de industrias estratégicas, como fabricas de baterías para vehículos eléctricos.
Eso se concreta, en particular, en un plan para la innovación para 2030 con un paquete de inversiones de 34.000 millones de euros con diez objetivos, que van de la energía nuclear y el hidrógeno verde a los vehículos eléctricos, los aviones con bajas emisiones de carbono, la alimentación, la salud o la cultura.
Hasta que estalló la guerra en Ucrania, el Gobierno francés esperaba una expansión del PIB del 4 % este año, pero el Banco de Francia ya ha rebajado las expectativas, para situarlas en una horquilla entre el 2,8 % y el 3,4 %. Y algunos institutos de coyuntura las han rebajado todavía más.