Hace un año, con motivo del estreno de la película La zona de interés, conté, en esta sección cinematográfica, mi experiencia personal en la visita que realicé, allá por el verano del 2009, al campo de exterminio de Auschwitz, en Polonia. De lo que no hablé, en aquella crónica, fue de los dos momentos más duros, irreales e inconcebibles de asumir por un ser humano vividos en ese terrible campo de la muerte.
El primero fue al entrar, y permanecer unos minutos, en una de las cámaras de gas que en su momento estuvieron habilitadas en Auschwitz. Es indescriptible la sensación de vacío y soledad que se tiene en un lugar donde se ha causado tanto dolor. Todo lo que había frente a mí era demasiado fuerte como para poder ser asimilado por mi limitado cerebro y ajustado corazón.
El segundo momento sucedió en los barracones. Un (muy buen) guía nos explicaba cómo vivían los prisioneros que los habitaban. Había asuntos, en principio mundanos, que podían marcar la supervivencia o no en aquellos oscuros barracones. El hecho de estar en la litera más alta aumentaba tremendamente la posibilidad de seguir con vida. Imagínense, con los terribles problemas gastrointestinales que tenían en esas condiciones infrahumanas, el porqué.
Recuerdo escuchar al guía atento, perplejo, hipnotizado, cuando sucedió algo que me rompió el alma. Una pareja de jóvenes se hizo un selfie con su cámara de fotos (hablamos del 2009), mientras sonreían y de fondo se veían esas literas de las que hablaba. No me lo podía creer. Sentí una absoluta violación a la humanidad, una verdadera humillación al recuerdo de los que allí sufrieron el sinsentido del fascismo nazi e, incluso, aquella situación hizo replantearme el porqué de mi visita a Auschwitz. Todo muy duro.
A Real Pain, segunda película dirigida y también protagonizada por el conocido actor Jesse Eisenberg (La red social, Bienvenidos a zombieland, etc) trata un poco de esto, del sentido o no, de la forma en que se está realizando, del objetivo de las personas que lo realizan, del ya muy presente turismo del desastre. El objetivo de que esté abierto al público un campo de exterminio, actualmente convertido en museo, es trabajar la memoria y humanizar a quien lo visita. En ocasiones acaba provocando todo lo contrario.
Benji Kaplan (interpretado magistralmente por Kieran Culkin) y su primo David (Jesse Eisenberg) viajan desde su país natal, Estados Unidos, junto a un grupo que los acompaña, a visitar la casa y el país de origen (Polonia) de su abuela, persona muy importante para ambos. Los dos son judíos y con personalidades absolutamente antagónicas. Mientras David es un hombre de familia, con un trabajo estable y un trastorno obsesivo compulsivo que logra controlar, Benji es un desastre con chispa. De esas personas que todos hemos conocido, las cuales desprenden magia y energía por momentos, de las que llenan espacios y reuniones, pero a la vez son tremendamente inestables, demuestran una incapacidad para saborear la vida y poseen un punto autodestructivo. Este personaje, junto a la interpretación del actor que le da vida, Kieran Culkin, son lo mejor de la cinta. El resto del conjunto tiene bastantes problemas.
“A Real Pain”, en sus apenas 88 minutos, intenta tratar dos asuntos y ninguno de los dos creo que son suficientemente bien gestionados. Por un lado tenemos la relación de los dos primos. Ante nosotros, una de esas relaciones de amor/odio que tanto han ofrecido al séptimo arte, pero que en esta ocasión no logra llegar a ningún lugar. En el metraje nunca aparece el punto de inflexión que provoque cambios en los protagonistas y, aunque el actor Kieran Culkin se esfuerce (mucho) en acercarnos a su personaje, no es capaz de llevarnos al desenlace de un camino que no llega a controlar. El personaje de su primo David, en mi opinión, se queda demasiado plano. La película, la historia, tenía un potencial que en ningún momento se sabe explotar. Falta trabajo de guion.
El segundo asunto que trata me puso de muy mala leche. Benji, durante todo el viaje está “picando” al resto del grupo, e incluso al guía, por el hecho de estar realizando un tour del holocausto desde sus acomodadas posiciones. Juzga la deshumanización que ese grupo presenta. Les critica (y se critica a sí mismo) por el hecho de ir a un campo de exterminio viajando en primera clase, de quedarse en las terribles estadísticas y no poder sentir el dolor de toda aquella barbarie, también por banalizar algo tan importante como el exterminio judío. Benji va soltando y soltando… con su afán crítico, con su mordacidad…
Según avanzaba, viendo cómo este personaje tocaba una y otra vez un asunto tan terrible como el genocidio nazi ejercido sobre el pueblo judío, esperaba en la película un poco de valentía y que de ese personaje surgiese alguna mención al genocidio (no lo digo yo, lo dice Naciones Unidas) que está ejerciendo a día de hoy, de ayer y de anteayer, el estado israelí sobre el pueblo palestino. Siendo judíos todo el grupo excursionistas, me parecía lógico, para este personaje, que parecía ser descarado y atrevido, el lanzar un asunto como este. No entiendo este silencio para un personaje como el de Benji. El guion parece valiente, pero solo lo parece. Se queda en absolutamente inofensivo. Supongo que viniendo de donde viene, con un lobby tan poderoso ejerciendo su poder en Hollywood, uno se puede meter con algunas cosas y otros asuntos se obvian y se ocultan debajo de la alfombra.
Lo que prometía ser una fresca propuesta se me quedó en muy poco. Tiene escenas entretenidas, alguna divertida, pero toca temas que nunca sabe profundizar y su punto crítico se queda en absolutamente nada. Al contrario, me acaba pareciendo una película muy acomodada en casi todos los puntos que aborda. En la parte final del metraje, los protagonistas de “A Real Pain” visitan un campo de exterminio, concretamente el de Majdanek. Entramos junto a ellos en una verdadera cámara de gas. Lo que debería ser el punto de inflexión del filme me hace sentir incómodo. De repente, mientras veo esos planos grabados por Jesse Eisenberg, tengo una sensación parecida a la que sentí, hace 15 años, en Auschwitz al ver aquella pareja de turistas haciéndose un selfie. Creo que hay asuntos que, o se tratan muy bien, o es mejor no tocarlos.