Circula por ahí un meme que algunas personas no están entendiendo. Habla de los cinco jinetes del apocalipsis y se ve como a Guerra, Muerte, Hambre y Peste se suma un quinto encapuchado que se presenta a sí mismo como la Desinformación.
No puedo estar más de acuerdo. La desinformación es peligrosa y es el centro y origen de casi todos los males de esta sociedad polarizada, hedonista, intransigente, dicotómica, egoísta e individualista en la que nos ha tocado vivir.
Por desgracia, hay bastantes personas que reenvían el meme haciendo alusión a que los medios de comunicación nos mienten, engañan y manipulan. A todos ellos les pediría que, antes de hacerlo circular, miren qué lleva el quinto jinete en sus manos: un smartphone. O al menos, algo que parece un teléfono móvil, que la imagen no es clara.
Ese móvil no deja lugar a dudas sobre cuál es el mensaje del meme, porque en el celular lo que consumimos de manera mayoritaria es Twitter, Facebook, Instagram, Threads, Tik Tok, YouTube, Twich y grupos de Whatsapp (esos terribles grupos de Whatsapp en los que el sectarismo político y el machismo más hiriente campan a sus anchas).
El quinto caballero sujeta un móvil, y hasta parece que lo señala, porque ahí, en las redes sociales, es donde nos intoxican, donde el populismo gana adeptos, donde se publican bulos y rumores sin confirmar ni contrastar, donde se confunde opinión con información, donde los datos no tienen fuentes, donde los bots amplifican los mensajes maniqueos de los que se creen en posesión de la verdad absoluta (esa que, simplemente, no existe) con la única intención de ganar adeptos y conseguir rédito electoral.
Las fakes news no nacen en los periódicos, en las radios o en la televisión. Nacen en redes sociales y aplicaciones de mensajería.
No lo dudes: 140 caracteres no te pueden informar de nada, por mucho que los multipliques por los 500 posts que eres capaz de leer en una hora. No puedes conformar tu opinión pública leyendo solo titulares, teorías truculentas o conspiraciones terraplanistas, más propias del terror del año 1000 que de la segunda década del siglo XXI.
La prensa no miente. Nunca. En la Facultad de Periodismo no nos enseñan a manipular. Los medios de comunicación pueden tener una determinada línea editorial, es cierto. Pero esto no es más que una orientación; un enfoque; un sesgo, si quieres, público y notorio y que, en ningún caso, resta un ápice de veracidad a la información. El lector conoce esa línea editorial. Y aquel que quiera estar bien informado, consumirá medios de diferente orientación, para quedarse con el punto en el que siempre está la verdad (y la virtud, según Aristóteles): el justo medio.
La crisis económica y reputacional de la prensa y de los periodistas es un asunto mucho más serio de lo que puede parecer a simple vista. Y más en este ambiente de posturas encontradas defendidas con algo que parece más fanatismo que afán.
Tenemos derecho a estar informados. Bien informados, mejor dicho. Y más vale que lo reclamemos, porque el paisaje es cada día más apocalíptico y desolador (y escribo esto antes de que se sepa quién ocupará, a partir de ahora, la Casa Blanca).
El riesgo que corremos es el de terminar viviendo en una distopía que no gustaría a nadie. Ni tan siquiera a los que ahora claman por su construcción.