Expone en la galería Xerión la pintora madrileña Magdalena España que goza de una exitosa trayectoria en el ámbito de la acuarela, técnica a la que se dedica exclusivamente, desde que decidió abandonar su trabajo en el mundo del teatro, de la publicidad y de la moda, donde tuvo un activo protagonismo en las filas de Pertegaz. Ha realizado numerosas exposiciones individuales y colectivas y cuenta en su haber con importantes premios, entre ellos la Medalla de Oro a la Acuarela de Beziers-Francia. Aquí presenta una serie. de acuarelas, técnica en la que se ha especializado, llegando a adquirir tal maestría en el manejo de las aguadas que ha conseguido crear maravillosas atmósferas de luces aéreas y evanescentes, en las que todo parece a punto de levitar y de trans-verberarse hacia un más allá. Muestra preferencia por las temperaturas cromáticas suaves que revelan un espíritu contemplativo y soñador y que son las más acordes para reflejar las sutiles emociones que lo conmueven. Obras como “En el embalse” , “Paseo de Recoletos”, “Paseo de Alcobendas”, “Embalse de Navacerrada” o “Amanecer en Estambul”, entre otros, transforman los espacios conocidos en lugares de misterio, envueltos en etéreas auras, donde el cielo y la tierra se funden para crear un horizonte hacia el infinito; el género del paisaje se transforma así en un ámbito de ensueño, con luminosos caminos que se abren entre las sombras y desdibujadas orillas que nos traen evocaciones de Turner. Otras obras, como “Otoño en el soto”, “Gran Vía” o “·Desde mi cocina” convierten los ámbitos conocidos en incitantes espacios de sorpresa. Un “Puente de Venecia” nos puede dejar atrapados en las aguas turbias que pasan bajo él; “El valle del Jerte” nos lleva a soledades ancestrales, y los húmedos y terroso-grisáceos ámbitos de “La playa”, por los que se desdibujan dos pequeñas figuras, nos mide con lo inabarcable. Hay otro grupo de obras, como “Primavera, “ El paseo” o “Cestos de flores”, donde perfila figuras femeninas, un tanto desdibujadas, casi como flotando entre doradas claridades y que transmiten una visión del eterno femenino, que es a la vez poética y atemporal, pues sus vaporosos ropajes están muy alejados de la indumentaria actual; de algún modo, remiten a esa idea de belleza y elegancia de las pasarelas de moda; esta misma idea puede percibirse en la obra “París”, que representa a una hermosa joven sentada en una terraza y vestida de rojo, y en “El vestido rojo” que descansa sobre una cama, envuelto en la intensa luz de una lámpara. Un cierto lado simbólico puede verse en “El armario”, una obra casi abstracta, donde una luz con forma de flotante túnica se refleja en el espejo y todo parece fluctuar como a punto de desvanecerse. Suntuosos y orondos son los ropajes de las dos Meninas donde hace uso del collage de brillantes abalorios y de transparentes tules y velos bordados. En conjunto, la obra expuesta está llena de sutiles sugerencias que hacen que la realidad pueda ser vista con los ojos de la imaginación.