Las mujeres de mi vida

Cada 8 de marzo, parece que el mundo se detiene por unos instantes para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, una fecha que nos invita a reflexionar sobre los logros alcanzados y los desafíos pendientes en la búsqueda de la igualdad de género. Una fecha cargada de eventos, homenajes, manifestaciones… Una fecha donde se hablará de cifras y estadísticas. Una fecha que no debería ser una fecha sino una actitud cotidiana. Elijo, para esta fecha ir más allá de todo ello y hacer mi particular homenaje a las mujeres que han moldeado mi vida.


Mis dos abuela, Dora y María, tan diferentes la una de la otra. La primera, dulce y a la vez fuerte, la guardo en mi memoria como esa abuela de cuento, devota de sus nietos dispuesta a hacernos orejas en verano o a presumir de nieta en mis visitas veraniegas, cuando la acompañaba a la plaza de Santa Lucía. Mujer de mirada serena, que enfrentó las adversidades de su tiempo con fortaleza. Ella me enseñó que la resiliencia no es solo resistir, sino adaptarse y crecer ante las dificultades. Hablaba de tiempos en los que todo costaba más, en los que las oportunidades eran escasas y en los que muchas mujeres no tenían más opción que aceptar el destino que se les imponía. El suyo, dejar su Medina del Campo natal para viajar a Coruña, viaje gracias al cual conoció a mi abuelo y forjó su familia. De mi abuela María, recuerdo su rectitud, intuyo su seguridad y su capacidad de gestión. Recojo su estatura, sus pies pequeños y con juanetes, que como ya os conté en otra ocasión, calzo en los zapatos que vistió en la boda de mis padres. Camino desde ahí, firme y con el sello Álvarez de quién sabe el lugar que debe ocupar en cada momento.


Tengo presente a mi madre, que supo equilibrar trabajo y hogar, eso que ahora llamamos conciliación. Con su ejemplo, aprendí que la independencia y la empatía no son cualidades excluyentes, sino complementarias. Ella me mostró que el amor propio es el primer paso para amar a los demás de manera plena y sincera. Su vida ha sido una muestra de entrega, pero también de resistencia: supo encontrar su voz -por eso fue una gran voz en las ondas- en un mundo que a menudo intenta silenciar a las mujeres. Me enseñó la importancia de la educación, del esfuerzo y de no depender de nadie más que de una misma. Su nombre, Pilar, es el mejor ejemplo de lo que representa en casa, aún hoy.


En mi círculo de amistades, he tenido la fortuna de encontrar mujeres que, con su creatividad y pasión, iluminan el mundo y mi mundo. Ellas me han enseñado que la sororidad es una fuerza poderosa, capaz de derribar barreras y construir puentes. Juntas, hemos compartido risas y lágrimas, celebrando nuestros mejores momentos y apoyándonos en las caídas. He visto a muchas de ellas luchar contra prejuicios, contra la carga mental que a menudo se nos impone por el simple hecho de ser mujeres. También he respirado su valentía, su determinación para cambiar las cosas, su forma de apoyarnos, y hacer de nuestro lema “amor/humor”, bandera de cada día.


En el ámbito profesional, he sido testigo del talento y la dedicación de colegas que desafían diariamente las limitaciones impuestas por una sociedad que, aunque ha avanzado, aún no ofrece las mismas oportunidades a cada persona. Su compromiso y excelencia me han motivado a seguir creciendo, recordándome que el camino hacia la igualdad se construye con esfuerzo colectivo y determinación. He aprendido de ellas que el éxito no es solo personal, sino que también es un acto de resistencia. Que cada logro individual abre puertas para las que vienen detrás, que cada paso adelante es un paso hacia una sociedad más justa.


También pienso en las mujeres que no conozco personalmente, pero que han marcado mi forma de ver el mundo. Las que con su voz han cambiado la historia, las que con sus actos han inspirado a generaciones, las que con su lucha han hecho posible que hoy estemos aquí, ganando día a día derechos que parecían imposibles. Llevo seguramente un poco de cada lectura, de cada conferencia, de cada movimiento que me ha inspirado.


Elijo pues celebrar a las mujeres de mi vida. Las que llevo dentro, las que me acompañan cada día. Porque la historia no solo se escribe en los grandes acontecimientos, sino también en los pequeños gestos.


Como dijo Simone de Beauvoir: “Nunca olvides que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres sean cuestionados. Estos 
derechos nunca se dan por adquiridos, debes permanecer vigilante toda tu vida.

Las mujeres de mi vida

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