Esculturas metálicas de reminiscencia griega con escenas sexuales muy detalladas del artista alcoyano Antoni Miró inundan la Marina de Valencia sin escapar de la polémica entre los que ensalzan la exposición por tratar el sexo con naturalidad y los que la consideran demasiado explícita para un espacio público de ambiente familiar. Junto al emblemático edificio Veles e Vents y entre el agua y la antigua base del Alinghi, una hilera de más de una docena planchas metálicas de gran tamaño –tanto la figura como su molde– evocan desde el pasado fin de semana el arte griego con volúmenes en los que se distinguen penes, genitales femeninos y pechos y que representan escenas en plena masturbación, a punto de realizar una penetración, una felación o practicar sexo anal.
Se trata la exposición impulsada por la Presidencia de la Generalitat y la Consellería de Cultura con la que se va a inaugurar “La base”, el nuevo espacio creativo y cultural en la que era la sede del equipo suizo de la Copa del América de vela.
Paseando a pie, en bicicleta o patines, valencianos y turistas que pasaban ayer por la zona descubrieron la muestra y algunos, escandalizados, criticaron que es demasiado explícita y debería estar en un sitio donde no pasen tantos niños y, otros, encantados, defendieron que es simplemente arte y representa la naturaleza y el cuerpo humano. Incluso los había que no podían esconder una sonrisa al encontrar en su paseo las esculturas eróticas de Miró o quien, sin dejar de pedalear, sacó la cámara para inmortalizar algunas de las piezas.
Juliana, una mujer medio argentina medio italiana que iba en bicicleta con su hijo pequeño, reconoció a Efe que la muestra le “gusta” porque es algo “muy natural, que sucede en la vida y es nuestro cuerpo; representa lo que somos” y señaló que su hijo “miraba con atención” y seguro que luego le iba a preguntar.
Sin embargo, para Vicente, un hombre mayor que había salido a correr un rato, las esculturas de Miró podrían ser adecuadas para la gente joven pero para una persona de su edad son “una guarrería” y “un escándalo” y sostenía que eso no es arte. Antonio ya sabía de la existencia de las esculturas “llamativas” y decidió acercarse a ver unas obras que, a su entender, “no es un arte para colocar en la calle” y es “fuerte ponerlas a la vista de los niños”. Sin embargo, a Adolfo, también mayor, las escultura le gustan y no cree que haya “ningún problema” en ver este tipo de piezas, incluso para los niños porque “se harán mayores y lo tendrán que ver”.
Para Ángela, una italiana que no paraba de hacer fotos a todas y cada una de las esculturas, la exposición es una “maravilla” que recrea “la historia de los etruscos y griegos”, que por ser ella de la Toscana conoce bien.