El declive del comercio local durante la última década es, tristemente, una realidad en todo el mundo. Los emprendedores de barrio de todos los países deben devanarse los sesos día a día para desarrollar nuevas fórmulas que eviten que las grandes corporaciones les arrebaten sus clientes de toda la vida. En Ferrol, además, las reconversiones y crisis industriales tuvieron desde hace muchos años un impacto claro y contundente en los pequeños comerciantes. Es por ello que celebrar treinta años en activo va más allá de un mero hito.
Begoña Lorenzo, profesional óptica optometrista y gerente del establecimiento Federópticos al que da nombre, cruzó el pasado 2019 esa barrera invisible que a la mayoría de emprendedores se le resiste. Y lo hizo de la mejor forma posible, entregando a uno de sus clientes el primer premio del sorteo navideño de la asociación de comerciantes y hosteleros Ultramar Village.
Este año se cumplió el decimotercer aniversario de su negocio. ¿Cómo ve la evolución del pequeño comercio en la ciudad durante todo este tiempo?
En estos treinta años el comercio en la ciudad ha sufrido un profundo cambio y por supuesto el mío también. Las grandes superficies y el comercio online han ido acaparando muchos sectores, incluido el de las ópticas.
En la mayoría de los sectores las grandes corporaciones acaban comiéndose al pequeño comercio, sin embargo el de la visión parece desafiar esta tendencia. ¿Por qué cree que es?
Es cierto que los grandes acaban comiéndose a los pequeños, pero creo que algunos sectores, entre ellos el de la óptica, resisten porque aun hay una gran parte de la población que opta por un tratamiento familiar y personalizado. Gusta conocer y que te conozcan.
¿Qué ofrece usted que una opción más “low cost” o corporativa no?
Nosotros ofrecemos frente a los “low cost” calidad y profesionalidad, ya que consideramos que con la salud no se juega y creemos que nadie da duros a cuatro pesetas. De hecho nosotros tenemos muchos clientes “retornados”.
El pasado fin de semana uno de sus clientes fue el ganador del sorteo de Ultramar Village. ¿Cree que estas iniciativas ayudan al comercio de proximidad?
En estos tiempos sí, creo que es una buena forma de dinamizar el comercio, o por lo menos es lo que determina que Ultramar sea un barrio tan poblado y bastante participativo. Hacemos actividades y sorteos de este tipo todos los años y eso va calando entre los vecinos.
En estas tres décadas ha visto un buen número de reconversiones y crisis económicas. ¿Se ha visto afectada? ¿Cuál es la clave para sobrevivir?
Las crisis claro que nos afectan. A unos más que a otros, pero yo creo que la clave, en nuestro caso, es la confianza que hemos ido sembrando a lo largo de los años y que nuestros clientes valoran.
¿Es arriesgado emprender en una ciudad tan propensa a las fórmulas tradicionales?
Emprender siempre es arriesgado, lo importante es saber enfocar el negocio hacia un público determinado.
¿Como mujer, cómo fue iniciar un negocio por su propia cuenta treinta años atrás? ¿Han cambiado o mejorado las cosas?
Emprender un negocio hace treinta años y siendo mujer no fue nada fácil. Las mujeres por aquel entonces estaban poco valoradas y digamos que un poco arrinconadas. Negociar con buenos proveedores era una tarea muy difícil. Resultaba muy chocante para ellos no tener un “hombre” que te dirigiese. No te creían capaz de lidiar con un negocio, con hijos y con la vida en general… Pero como ves fue y es posible. Por suerte ahora las cosas han cambiado mucho y las mujeres lo tenemos más fácil que antes, aunque está claro que aún falta un poco de camino por recorrer.