Durante 38 años, José Rubio Aguerri ha trabajado como misionero en la República Democrática del Congo –ejerció su pastoral en cuatro misiones: Tadu, Kinshasa, Isiro e Dungu– en busca de su desarrollo mediante la creación de escuelas, dispensarios, pozos, cooperativas, asociaciones agrícolas, carreteras, asistencia a huérfanos... Aunque lleva ya tres años en España, asegura que “el misionero debe morir en la misión”, por lo que confiesa sus ganas de regresar al país africano. Estos días ha estado en Ferrol participando en la campaña “El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida”, llevada a cabo por Manos Unidas. Hoy oficiará la eucaristía de presentación de la iniciativa en la parroquia de Nuestra Señora de Dolores a las 12.30 horas.
Según los datos de la campaña, se produce lo suficiente como para alimentar a casi el doble de la población mundial, pero sigue habiendo 800 millones de personas en todo el planeta que siguen pasando hambre y cada día un tercio de nuestros alimentos acaba en la basura. ¿Qué es lo que está fallando?
Hay que cambiar la mentalidad. Aquí vivimos en algo que me da mucha rabia: el consumismo. Los niños eligen sus desayunos, sus caprichos, sus dulces... y esto es porque los mayores les han enseñado, ya que eligen también su chaqueta, su pantalón... se mira el gusto, no la necesidad.
Sin embargo allá –en RD Congo– se vive por la necesidad. Cuando hablo ante niños siempre les pongo de ejemplo un supermercado de allá con uno de aquí y la diferencia mayor no es que faltan estanterías, empleados bien vestidos... La diferencia más grande es que allí, en el supermercado del Congo, todo lo que hay para vender es necesario para vivir. Y aquí es lujo, decoración, regalos... De un jabón para lavarte tienes toda una fila de estanterías donde elegir. El gusto te hace tirar lo que no te gusta y la ambición hace que cada vez se quiera más y más.
El jueves pasado visitó a los alumnos del colegio Santiago Apóstol de Narón, ¿cuál es el mensaje que les ha querido transmitir?
Manos Unidas no es que quiera concienciar a los más pequeños sino a todos, y sobre todo, a los mayores. Porque los niños dirán “no me gusta esto, no me gusta lo otro”, y tiran la comida, pero los que más tiramos a la basura somos los mayores. A los alumnos les di, a parte del mensaje de la asociación, el testimonio de lo que hacemos los misioneros en los países donde hay hambruna para hacer la vida un poco más humana, más llena. Pero, ¡claro! los niños tienen su propia capacidad de comprensión, luego serán los profesores y profesoras quienes tengan que aprovechar lo que se ha dicho para hacerles entender la situación.
Con respecto a su experiencia en el país africano, ¿qué es lo que más le llamó la atención a su llegada?
Sorprende mucho que hoy, en el tiempo en el que estamos, viva gente comiendo una vez al día como cosa normal y que los niños tengan que hacer tantos kilómetros para llegar a una escuela o ver ese esfuerzo que hace la gente por el afán de aprender, ya que acuden desde lejos a reuniones y no se buscan excusas... Ese compromiso también que ellos tienen, por ejemplo, cuando abrazan la fe porque quieren ser útiles para los demás.
Aquí (en España) veo muchos cristianos católicos de misa de domingo pero de compromiso, pocos. Los integrantes de Manos Unidas se comprometen a algo tan bonito como buscar medios para que nosotros allá podamos hacer alguna escuela, dispensario o construyamos un pozo para que tengan agua potable... Por lo que a la gente hay que decirle que tiene la posibilidad de colaborar con estos proyectos de la entidad en los 60 países del mundo en los que trabajan desde hace 58 años y que lo pueden hacer con su cuenta del banco sin molestias, dando una transferencia cada mes, cada año... como hacen con la luz o el gas. Porque una parte de nuestra vida es la colaboración.