No sabemos cuantos diputados tendrá en las próximas elecciones, puede que unos pocos menos que los que ahora tiene, pero Vox va ganando porque obliga a los partidos de derechas a adaptar sus discursos al suyo, forzando a estas alturas exabruptos como que hay que vigilar que la gente de la Memoria Histórica no queme iglesias, o imponiendo reveladores silencios cuando en contra de la evidencia histórica, acusan a trece muchachas fusiladas por los franquistas en 1939 de asesinas, torturadoras y violadoras.
Es el peaje que para gobernar en ayuntamientos y autonomías están pagando partidos que se autoproclaman constitucionalistas, muy dados a ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. La derecha española sigue sin ser capaz de romper el vínculo emocional con esa incómoda herencia heredada de Franco, casi cuarenta y cuatro años después de su faraónico entierro en Cuelgamuros.