En el mito de las dos españas están los que creen a Rocio Carrasco y quienes consideran que sus televisivas lágrimas no son más que un modo de hacer caja. Ella está en su derecho, sobre todo si hay quien está dispuesto a pagarle una millonada por ello y quien está dispuesto a comerse las horas y horas de emisión de este teleculebrón-reallity. Lo que ya es más cuestionable es que la mujer tenga que sufrir un escrache y soportar como un grupo de energúmenos la llaman “feminazi”. La verdad, en este país nos lo tenemos que hacer mirar antes de que se nos vaya todo de las manos.