La política española vive desde hace tiempo en una constante montaña rusa. Y Pablo Casado ha experimentado en los últimos días esa sensación de manera especial. Pisó de puntillas la manifestación de Colón. No podía no ir después de haberla calentado, pero daba la sensación de que le hubiera apetecido quedarse en casa. Evitó la foto de familia de la anterior concentración, pero se dio de bruces con las insólitas declaraciones de Ayuso en las que logró meter en una misma frase las palabras indulto, rey y cómplice. Y Génova tembló. Él quiso poner orden recordando el papel constitucional del monarca. Y Ayuso, lejos de rectificar, no sólo se reafirmó en lo dicho, dijo que Casado y ella pensaban exactamente lo mismo.
Un día más tarde se encontró con la demoledora declaración en la Audiencia Nacional del principal investigador de la trama Gürtel. El inspector Manuel Morocho narró ante el juez toda una serie de maniobras desde el Ministerio del Interior para torpedear su trabajo, coaccionarle para que no citase en sus informes a los principales dirigentes del PP e incluso ofrecerle suculentos destinos si estaba dispuesto a abandonar. Con todas las cautelas, las declaraciones de este hombre dibujan una estrategia del Gobierno del PP para frenar la investigación sobre el PP. La justicia dictará la verdad, pero hasta el momento las investigaciones de este hombre han servido para que la justicia haya dictado algunas comprometidas verdades.
Finalmente, mientras en la sesión de control al Gobierno Casado y los portavoces del PP seguían cargando contra Sánchez, acusándole de traición por la concesión de indultos a los presos del procés, este ha recibido apoyos no previstos, los últimos de los empresarios del Cercle d’Economia y del presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, siempre que se respete la Constitución. También ha recibido Sánchez el sobresaliente de la Comisión Europea al programa que permitirá recibir a España 140.000 millones en los próximos siete años.
Haría mal Sánchez en creer que las buenas noticias de esta semana allanan el camino, porque sigue sembrado de minas. Pero haría aún peor Casado si creyera que de verdad que para Sánchez ha comenzado la cuenta atrás, como le dijo el miércoles en el Congreso.