La Audiencia Nacional ha sentenciado que el PP pagó la reforma de su sede central en la calle Génova con dinero negro y ha condenado a su extesorero, Luis Bárcenas, a pena de prisión, y al partido de Casado como responsable civil subsidiario. La sentencia tiene enjundia, porque da valor a los famosos papeles de Bárcenas que el PP, matando al mensajero, consideró en su día mera invención; porque considera al PP corresponsable de la fechoría, cuando su dirección siempre se ha defendido diciendo que el partido había sido víctima y no artífice de la trama; y porque documenta que las irregularidades financieras de esta formación política han sido reiteradas y extendidas en los territorios en los que ha gobernado, no han sido hechos aislados. Sólo faltaría convenir, en materia de corrupción, cuántas “anécdotas” constituyen una categoría.
Ni Pablo Casado ni ningún dirigente del PP han abierto la boca en las últimas horas para dar una explicación, para ofrecer una sincera disculpa a los ciudadanos. Es un silencio elocuente en personas tan dicharacheras y contundentes cuando se trata de criticar al adversario político incluso en la nimiedad. Hace un par de días, el secretario general del PP, Teodoro García Egea, comentó un simpático equívoco del ministro Escrivá al llenar en un acto público un vaso que no era con un escueto: “en sus manos están nuestras pensiones”. Se echa de menos un tuit semejante con imágenes de anteriores direcciones del PP en Génova con otro sencillo: “en sus manos estuvo el Gobierno de España”.
Pero no. La actual dirección popular ya marcó hace tiempo su hoja de ruta protectora en previsión de lo que se les venía encima: nosotros no estábamos, era otro PP. Y es sorprendente que este partido que acostumbra a conjugar en primera persona de plural los pretéritos perfectos, desde el Descubrimiento de América hasta los “milagros económicos” de Aznar y de Rajoy, olvide pronunciarse sobre los pretéritos imperfectos.
Y a estas alturas, parece claro que el Partido Popular los ha ido acumulando y forman parte de la herencia recibida por Casado, un legado de luces y sombras, como en cualquier organización, que no se puede trocear según le convenga. Como no se puede abrazar un día a quien por acción u omisión permitió la ilegalidad en el corazón del partido y al día siguiente negarle como si fuera un proscrito. No se puede ser del PP a tiempo parcial, como no se puede ser digno a tiempo parcial.