El arte, la cultura y la escultura están muy presentes en la villa aresana, que en las últimas jornadas ha incorporado a su patrimonio local una nueva efigie de bronce, que se ha situado en la playa canina. El propio alcalde de Ares, Julio Iglesias, explica que esta obra, encargada por el Consistorio, busca “hacer pensar a más de uno, con la visión de un perro solo, aparentemente abandonado, que mira hacia la playa, buscando la compañía que no tiene entre las familias de bañistas”.
El propio Iglesias recordaba que “pocos concellos ofrecen una playa canina como esta, que se encuentra en pleno casco urbano” y que ahora está presidida por un can que observa e invita a reflexionar sobre la importancia que tiene cuidar de las mascotas y no abandonarlas, “porque son parte de la familia”, puntualiza el regidor. Ante los comentarios ácidos vertidos por algunos vecinos en redes sociales sobre la cantidad de esculturas que hay en la villa, Iglesias Redondo recuerda que “llevo cinco mandatos como regidor de Ares, en todo este tiempo no parece que sean tantas esculturas las que se han colocado”.
Todas las efigies que se reparten por la villa, una parte importante en el paseo marítimo, son mucho más que meras figuras o adornos: cuentan una historia, hacen eterno un momento vivido que ha sido relevante para los vecinos del lugar y son muy apreciadas por los aresanos, que no dudan en narrar a los visitantes el significado que guardan estas figuras. Así, la que está situada en el centro del paseo, “Os amigos”, evidencia justo eso, la amistad, el momento en que los amigos, conocidos y enamorados se reúnen en el muro del paseo, donde se citan, sientan y charlan mientras disfrutan del ir y venir de la gente, el bullicio de la villa marinera. Son cientos de personas las que se retratan delante de esta obra escultórica situada en pleno paseo.
Los vecinos también conocen bien la historia de Hermelinda, la escultura situada en la plaza de la Iglesia tras la renovación de este espacio. Se trata de una vecina del lugar que apareció en su día en un libro de fotos antiguas de la villa, allá por los años 50, que vendía periódicos a las puertas de la iglesia para ganarse la vida, una vida que como recuerda el propio Iglesias Redondo, “no fue nada fácil para ella”. La efigie pretende recordarla a ella y a aquellas mujeres de la villa que tuvieron que hacer frente a momentos duros para sacar adelante a sus familias.
En la Casa Consistorial también hay otras dos efigies, dos pulpos, que como explica el alcalde, simbolizan la riqueza de la ría de Ares y ese mar que los abraza. Otra de las esculturas que despiertan el interés de vecinos y foráneos es la que recuerda al “Bou Ramón”, el buque en el que se embarcaron 27 republicanos rumbo a Francia haciéndose pasar por falangistas, entre ellos vecinos de la villa. Además, otra de las figuras, que se ha sufragado en colaboración con otros concellos de la comarca, recuerda a los vecinos de las comarcas de Ferrolterra, Eume y Ortegal que perecieron en el campo de concentración de Mauthausen, en Polonia a manos de los nazis. Simboliza un raíl que va hacia el cielo, en alusión a los trenes que trasladaban a los presos a los campos de exterminio.
Los escultores Miguel Couto y Ramón Casteleiro son los responsables de las piezas que se han dispuesto por la villa en los últimos veinte años de gobierno de Julio Iglesias Redondo. Apunta el alcalde, que todas ellas han supuesto “un escaso coste para las arcas municipales, de hecho solo las efigies del perro, los amigos y el Bou han sido costeadas en su totalidad por el Ayuntamiento”. El resto han sido fruto de colaboraciones, con los propios escultores, que no cobraron por la mano de obra, aportando el consistorio solamente el bronce necesario para esculpirlas, u otras administraciones.
Ares también tiene dos sirenas, las de las islas Mirandas, en su paseo marítimo. Una, situada en el puerto; otra, en el caso urbano. Una hermosa y joven, con rostro feliz y bello y su característica melena larga, otra cansada, ajada por el paso de los años y el desamor del hidalgo que la enamoró un día y después maltrató coartando su bien más preciado: su libertad. Los vecinos no se deciden por ninguna de las dos, la joven representa la fuerza del mar, de la naturaleza y la juventud; la otra, la pérdida de la esperanza y la alegría de quien no logra alcanzar sus sueños.