Los cinco espacios en los que se reúnen entre cuatro de la tarde y diez de la noche muchos de los días los hombres y mujeres que componen la asociación organizadora de las Alfombras Flores, así como amigos, vecinos y quien quiera echar una mano en este trabajo colectivo, se llena a diario con hasta 150 personas. Son puntos de encuentro en los que, de vez en cuando, los establecimientos de la zona depositan algunos víveres para hacer más llevadero el trabajo.
Pero lo que realmente hace que tenga sentido es la gente, ese sentir colectivo que lucha cada año para superarse y para que esta fiesta de Interés Turístico de Galicia, siga dando que hablar.
Son Alfombras florales pero son también mucho más. Como explica la presidenta de la entidad organizadora Teresa Muíños, hay que contar con mucho verde picado, básicamente tulla y pino. Pero, además, esos dibujos y formas que se plasman en el suelo cargadas de arte tienen que tener colorido definición y forma. De eso se encarga, además de las flores, como hortensias o pampillo, las cascaras de frutos secos, las semillas, el arroz, los frutos del eucalipto o las conchas de plata. Todos los elementos naturales son recogidos a lo largo del año porque son indispensables para convertir calles en alfombras por un día.
La asociación es la encargada de todo, aunque ha gestionado subvenciones que recibe del Concello y de la Diputación de A Coruña, que hacen más llevadero el arduo trabajo.
Ya está todo el material en cajas y capachos, la noche de mañana será el montaje, una parte más de la fiesta que tiene su día grande el domingo, jornada de comuniones, de paseos y de recorrer una villa que convierte calles en mullidos tapices.